Salman el Persa, zoroastriano, Persia (parte 2 de 2): Del cristianismo al Islam
Descripción: La larga búsqueda por fin termina cuando Salman conoce al Profeta prometido, y gana su libertad al convertirse en uno de sus compañeros más cercanos.
- Por Salman el Persa
- Publicado 10 Dec 2012
- Última modificación 10 Dec 2012
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El hombre murió, y Salman permaneció en Amuria. Un día, “unos mercaderes de la tribu de Kalb[1] pasaron por mi lado”, dice Salman, “y les dije: ‘Llévenme a Arabia y les daré mis vacas y la única oveja que tengo’”. Ellos dijeron: “Sí”. Salman les dio lo ofrecido y lo llevaron con ellos. Cuando llegaron a Wadi Al Qura [cerca de Medina], lo vendieron como esclavo a un judío. Salman permaneció con el judío y vio los árboles de palmeras [que su último compañero le había descrito].
“Espero que este sea el mismo lugar descrito por mi compañero”.
Un día, un hombre que era primo hermano del amo de Salman, de la tribu judía de Bani Quraida en Medina, llegó de visita y compró a Salman de su amo.
“Me llevó con él a Medina. ¡Por Dios! Cuando la vi, supe que era el lugar que mi compañero había descrito.
Entonces envió Dios[2] a Su Mensajero [es decir, Muhammad, que la misericordia y las bendiciones de Dios sean con él]. Él permaneció en La Meca un buen tiempo[3]. No escuché nada sobre él debido a que estaba muy ocupado haciendo mi trabajo como esclavo, y luego él emigró a Medina.
[Un día] Yo estaba en una palmera por encima de sus racimos de dátiles haciendo cierto trabajo para mi amo. Un primo hermano suyo vino y se paró frente a él [su amo estaba sentado] y dijo: ‘¡Ay de Bani Quilah [la gente de la tribu de Quilah], están reunidos en Quibá[4] alrededor de un hombre que llegó hoy de La Meca diciendo ser un Profeta!’
Temblé con tanta fuerza al escuchar esto que temí caer sobre mi amo. Descendí y dije: ‘¿Qué es lo que dices? ¿Qué has dicho?’
Mi amo se enojó y me golpeó fuerte diciendo: ‘¿Qué te importa este asunto? Ve y métete en tus cosas’.
Le dije: ‘¡Nada! Solo quería asegurarme de lo que él dijo’.
Esa noche, fui a ver al Mensajero de Dios mientras estaba en Quibá. Llevé conmigo algo que había guardado. Entré y dije: ‘Se me ha dicho que eres un hombre justo y que tus compañeros [que] son extraños [aquí] están necesitados. Quiero ofrecerte algo que guardé como caridad. Me parece que lo mereces más que ningún otro’.
Se lo ofrecí, él le dijo a sus compañeros: ‘Coman’, pero él mantuvo su mano lejos [es decir, no comió]. Me dije a mí mismo: ‘Esta es una’ [es decir, de las señales de su Profecía]”.
Después de su encuentro con el Profeta, que la misericordia y las bendiciones de Dios sean con él, Salman se preparó para otra prueba. Esta vez le llevó un regalo al Profeta en Medina.
“Vi que no comes de lo que se da como caridad, así que he aquí un regalo con el que quisiera honrarte”. El Profeta comió de ello y ordenó a sus compañeros que hicieran lo mismo, lo cual hicieron. Me dije a mí mismo: ‘Ahora son dos’ [es decir, dos señales de Profecía]”.
En el tercer encuentro, Salman llegó a Baquí-ul-Garqad [un cementerio en Medina], cuando el Profeta, que la misericordia y las bendiciones de Dios sean con él, asistía al funeral de uno de sus compañeros. Salman dijo:
“Lo saludé [con el saludo del Islam: ‘La paz sea contigo’], y entonces me moví para ponerme a sus espaldas y así ver el sello [de Profecía] que me había descrito mi compañero. Cuando él me vio [haciendo esto], supo que yo estaba tratando de confirmar algo que me habían descrito. Él retiró su ropa de su espalda y entonces vi el sello. Lo reconocí. Me abalancé sobre él, besándolo y llorando. El Mensajero de Dios, que la misericordia y las bendiciones de Dios sean con él, me dijo que me moviera hacia el frente [para hablar con él]. Le conté mi historia como he hecho contigo, Ibn Abbás [recordemos que Salman le está contando su historia a Ibn Abbás]. A él [el Profeta] le gustó tanto que me pidió que le contara mi historia a sus compañeros”.
Salman aún era un esclavo propiedad de su amo. El Profeta le dijo: “Has un contrato [con tu amo] por tu libertad, oh, Salman”. Salman obedeció e hizo un contrato [con su amo] por su libertad. Llegó a un acuerdo con su amo según el cual le pagaría cuarenta onzas de oro, y le plantaría y levantaría con éxito trescientas palmeras nuevas. El Profeta le dijo entonces a sus compañeros: “Ayuden a su hermano”.
Ellos le ayudaron con los árboles y recolectaron la cantidad especificada. El Profeta le ordenó a Salman que cavara los agujeros necesarios para plantar los árboles jóvenes, y luego que los plantara cada uno con sus propias manos. Salman dijo: “Por Aquel en Cuyas manos está mi alma [es decir, Dios], no murió ni un solo árbol”.
Salman le dio los árboles a su amo. El Profeta le dio a Salman una pieza de oro que tenía el tamaño de un huevo de gallina, y le dijo: “Toma esto, oh, Salman, y paga [a tu amo] lo que debes”.
Salman dijo: “¿A cuánto equivale esto respecto a lo que debo?”
El Profeta dijo: “¡Tómalo! Dios hará [que sea] igual a lo que debes”[5].
“Lo tomé y pesé parte de él y tenía cuarenta onzas”. Salman le dio el oro a su amo. Él dio por cumplido el acuerdo y lo liberó.
A partir de entonces, Salman se convirtió en uno de los compañeros más cercanos del Profeta.
La búsqueda de la verdad
Uno de los grandes compañeros del Profeta, Abu Hurairah, reportó:
“Estábamos sentados en compañía del Mensajero de Dios cuando el capítulo Al Yumuah (Surah 62) fue revelado. Él recitó estas palabras:
‘Y [Dios ha enviado a Muhammad] también [para que purifique y enseñe] a otros que les sucederán’. (Corán 62:3)
Una persona entre ellos dijo: ‘¡Oh, Mensajero de Dios! ¿Quiénes son los que nos sucederán?’
El Mensajero de Dios no respondió. Salman el Persa estaba con nosotros. El Mensajero de Dios puso sus manos sobre Salman y luego dijo: ‘Por Aquel en Cuyas Manos está mi alma, incluso si la fe estuviera cerca de las Pléyades (las siete estrellas), hombres como este [es decir, gente como Salman] seguramente la alcanzarían”. (At-Tirmidi)
Muchos en este mundo son como Salman, están siempre buscando la verdad sobe el Uno y Único Dios Verdadero. Esta historia de Salman es similar a las historias de personas de nuestra época. La búsqueda de alguna gente los lleva de una iglesia a otra, del cristianismo al budismo o a la pasividad, del judaísmo a la “neutralidad”, de la religión a la meditación, y de allí al abuso mental. Hay quienes han cambiado de una idea a otra, ¡pero nunca se les ocurrió pensar en buscar conocer algo sobre el Islam! Cuando conocen a algunos musulmanes, sin embargo, abren sus mentes. La historia de Salman es la de una larga búsqueda. Tú puedes hacer que tu propia búsqueda de la verdad sea más corta, beneficiándote de esta.
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