¿Dios se hizo hombre? (parte 3 de 5)

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  • Por Dr. Bilal Philips
  • Publicado 31 Mar 2008
  • Última modificación 31 Mar 2008
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Dios se convierte en un hombre

La creencia cristiana en la encarnación de Dios tiene sus orígenes en las creencias de los antiguos griegos.  Los diversos términos utilizados para describir a Dios convertido en hombre se encuentran en el Evangelio de Juan 1:1 y 1:14, “En el principio era el Verbo (logos), y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”.  Juan continúa diciendo: “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad…” (RVR 1995)Si bien el término griego logos se traduce como “palabra” (o “verbo”), no existe un equivalente exacto en nuestro idioma.  Su importancia radica en su uso como vocablo técnico en el pensamiento metafísico griego desde el siglo VI a.C.  hasta el siglo III de la era cristiana, y en su apropiación por parte de pensadores judíos y cristianos.  Primero apareció en las expresiones de Heráclito (540-480 a.C.) como el principio motivador del universo, pero para la época de Aristóteles fue suplantado por el poder inmaterial nous y convertido en poder material.  Logos reapareció en el sistema de los Estoicos, quienes denominaron a su principio de teología tanto logos como Dios.  Filón (fallecido en el año 50 de nuestra era), filósofo judío alejandrino, identificó la palabra creativa del Antiguo Testamento con el logos de los Estoicos.  El logos pasó a ser un principio trascendente, como el medio a través del cual Dios se expresa en el mundo.  Pero logos también tenía una función redentora; era el medio hacia una naturaleza espiritual más elevada.  En el Evangelio de Juan, el logos es creador y redentor a la vez; el segundo aspecto recibe un mayor énfasis en relación al primero[1].

Esta creencia exigía una razón, para la cual se inventó el concepto del pecado original y del divino sacrificio.  Se decía que, debido al pecado de Adán, que se acumuló a través de las generaciones hasta que fue tan grande que no habría sacrificio humano que pudiera eliminarlo, era necesario un sacrificio divino.  En consecuencia, Dios tuvo un hijo humano, que era Dios mismo encarnado.  Más tarde, el hijo de Dios murió en una cruz como sacrificio a Dios para toda la humanidad.  El hijo, que es Dios mismo, resucitó luego y hoy se sienta a la derecha del trono de Dios, esperando para juzgar a la humanidad cuando llegue el fin del mundo.  Por eso para los cristianos, una quinta parte de la humanidad, Dios se convirtió en hombre en un solo momento de la historia de este mundo, y creer en Su encarnación es esencial para la salvación.

Los hombres se convierten en Dios

Desde la perspectiva de la humanidad de Jesús, la creencia cristiana de que él es Dios puede ser percibida como la simple elevación de un ser humano a un estatus divino.  Sin embargo, existe otro conjunto de creencias entre algunos seguidores del Islam que, al igual que el hinduismo y el budismo, ofrecen a los seres humanos la oportunidad de convertirse en Dios.

El origen de esas creencias puede encontrarse en el misticismo, cuyas raíces se hallan en las antiguas religiones misteriosas griegas.  El misticismo se define como una experiencia de unión con Dios, y la creencia de que el principal objetivo del hombre en la vida está en buscar esa unión.  El filósofo griego Platón propuso este concepto en sus escritos, especialmente en su Simposio.  En él describe cómo el alma humana puede ascender espiritualmente, hasta que finalmente se hace uno con Dios nuevamente[2].  La base de esta creencia es la enseñanza de que los seres humanos son, de hecho, partes de Dios que han quedado atrapadas en este mundo material.  El cuerpo físico recubre el alma humana.  Consecuentemente el alma, en su opinión, es divina.  La parte de Dios que está atrapada en este mundo debe liberarse del mundo material y reunirse con Dios.

Entre los musulmanes surgió una secta que promovió la misma idea.  Sus seguidores son llamados tradicionalmente “Sufis”, y su sistema de creencias es llamado “Sufismo”.  Este término se traduce habitualmente como “misticismo” o “misticismo islámico”.  Se basa en el mismo concepto que el de la mística griega – que dice que el alma humana es divina y que la manera en que se reúne con Dios es a través de ciertos ejercicios espirituales.  Diversos grupos de Sufis evolucionaron hacia cultos llamados “Tariqahs” (caminos).  Cada culto recibía el nombre de su fundador real o supuesto, y cada uno tenía sus propios ejercicios espirituales, los cuales sus miembros cumplían estrictamente.  La mayoría enseñaba que después de que los seguidores llevaran a cabo los ejercicios espirituales, emocionales y físicos prescritos, se unificarían con Dios.  Esta unión recibió el nombre árabe de fanaa, que significa “disolución”[3] o wusuul, que significa “llegada”.  El concepto de “unidad con Dios” fue rechazado por los estudiosos musulmanes tradicionales, pero aceptado por algunas masas.  En el siglo X, un devoto Sufi, Al-Hallaaj (858-922), anunció públicamente que él era Dios, y escribió poemas y un libro llamado Kitaab at-Tawasin con ese fin.  En él escribió: “Si no reconoces a Dios, al menos reconoce Su signo; soy la única verdad absoluta porque a través de la verdad soy la verdad eterna.  Mis amigos y maestros son Iblís[4] y el Faraón.  Iblís fue amenazado con el Infierno, porque no admitía que hubiera nada entre él y Dios, y aunque me maten y crucifiquen, y me corten las manos y los pies, no me retractaré”[5].

Ibn ‘Arabi (fallecido en 1240) llevó el concepto de unidad con Dios un paso más allá, afirmando que sólo existe Dios.  En una de sus obras escribió lo siguiente: “Gloria a Él, quien hizo aparecer todas las cosas, a la vez que constituye su esencia”[6].  Y en otro libro escribió: “Él es la esencia de todo lo que aparece, y Él es la esencia de lo que está oculto cuando Él aparece.  Quien Lo ve es sólo Él y nadie se oculta de Él porque Él aparece ante Él mismo, a la vez que está oculto”[7].  Ese concepto es llamado Wahdatul-wuyud (unidad de la existencia) y se hizo muy popular entre los Sufis en todo el mundo musulmán.

¿Por qué?

¿Qué fue lo que llevó a la gente a creer que Dios se hizo hombre o que Dios y el hombre eran uno solo?  La razón fundamental era la incapacidad que esta gente tenía para entender o aceptar el concepto de que Dios creó este mundo a partir de la nada.  Ellos percibían a Dios como a ellos mismos, creando cosas a partir de lo que ya existe.  Los humanos crean cosas manipulando lo que ya existe y modificando su estado, su forma y su apariencia, para darles distintas funciones.  Por ejemplo, una mesa de madera fue alguna vez un árbol en el bosque, y sus clavos y tornillos alguna vez fueron vetas de hierro en las rocas subterráneas.  Los humanos cortaron el árbol y le dieron forma de mesa; extrajeron el hierro, lo fundieron, y le dieron la forma a las piezas que componen la mesa.  Luego unieron todas las partes para así crear la mesa con sus distintos usos.  De igual manera, las sillas plásticas en las que nos sentamos alguna vez fueron petróleo líquido, almacenado en las entrañas de la tierra.  Es imposible imaginarnos sentados sobre petróleo de la misma manera que nos sentamos sobre una silla.  Sin embargo, gracias a la capacidad humana de manipular los componentes del petróleo, se produce el plástico y se fabrican las sillas para que los humanos se sienten en ellas.  Esa es la esencia de la actividad humana; los humanos simplemente modifican y transforman lo que ya existe.  No crean los árboles ni producen el petróleo.  Cuando hablan de producción de petróleo, en realidad se está hablando de extracción.  El petróleo fue creado a través de millones de años de procesos geológicos; luego los humanos lo extrajeron de la tierra y lo refinaron.  Tampoco crearon los árboles.  Aún si los hubieran plantado, no crearon las semillas originales.

En consecuencia, los humanos, en su ignorancia de Dios, a menudo conciben a Dios como un ser igual a ellos.  Por ejemplo, en el Antiguo Testamento dice lo siguiente: “Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó”.  Para los hindúes, Purusa es el Dios creador, Brahma, en su forma humana; y tal como los humanos crean manipulando el mundo existente que los rodea, el dios creador debe hacer lo mismo.

Según la filosofía Hindú, Purusa es un retoño gigante de Brahma, con mil cabezas y mil ojos.  De él surgió Viraay, su contraparte femenina y compañera en el proceso de creación.  Purusa es también la ofrenda de sacrificio (vv. 6-10), y de su cuerpo desmembrado surgieron las cuatro castas sociales tradicionales (varnas)[8].  El himno de Purusa sostiene que los Brahmanes eran la boca de Purusa; los Ksatriyas (nobles), sus brazos; los Vaishyas, sus muslos; y los Shudras, sus pies[9].  La incapacidad de los hindúes de concebir a Dios como creador de este mundo a partir de la nada, los llevó al concepto de que Dios creó al mundo a partir de sí mismo, y a su pueblo a partir de las distintas partes de Su cuerpo.

La capacidad humana de entender las ideas y conceptos es limitada.  Los seres humanos no pueden captar ni entender lo infinito.  La creencia que Dios le enseñó a Adán, era que Dios creó este mundo a partir de la nada.  Cuando Él quería que algo existiese, simplemente lo decía y Su orden hacía que existieran aquellas cosas que antes no existían.  Este mundo y su contenido no fueron creados a partir de Dios mismo.  De hecho, el concepto de Dios como creador del mundo a partir de Sí mismo, reduce a Dios al nivel de sus criaturas, quienes simplemente crean algo a partir de otra cosa ya existente.  Aquellos que sostenían y siguen sosteniendo esa creencia, son incapaces de captar el carácter único de Dios.  Él es Único y no existe nada como Él.  Si Él hubiera creado el mundo a partir de Sí mismo, sería como Sus criaturas.



Footnotes:

[1] Ver Dictionary of Philosophy and Religion, p.314.

[2] Ver Colliers Encyclopedia, vol.17, p.114.

[3] Ver Ihyaa ‘Ulum ad-Din, vol. 4, p. 212.

[4] Nombre propio de Satán según el credo musulmán.

[5] Ver Idea of Personality, p. 32.

[6] Ver Al-Futuhaat al-Makkiyyah, vol. 2, p. 604

[7] Ver Fusus al-Hikam, vol. 1, p. 77.

[8] Ver Dictionary of World Religions, p. 587

[9] Ver The New Encyclopedia Britannica, vol. 20, p. 552.

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