Secularismo y valores morales
Descripción: Al hacer a un lado la religión, el secularismo ha tomado un camino peligroso que no le pone final a la degradación moral.
- Por Dr. Jaafar Sheikh Idris
- Publicado 02 May 2016
- Última modificación 02 May 2016
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Los valores morales, como la honestidad, la honradez, la justicia y la castidad, son originalmente valores innatos que Dios sembró en los corazones de la humanidad. Luego, Él envió Sus mensajeros con un sistema de vida acorde a esta disposición innata, a fin de afirmarla.
"Conságrate al monoteísmo, que es la inclinación natural con la que Dios creó a la gente. La religión de Dios es inalterable y esta es la forma de adoración verdadera, pero la mayoría de la gente lo ignora". (Corán 30:30)
Un creyente se apega a estos valores morales porque su naturaleza, fortalecida por la fe, lo induce a hacerlo, y debido a que la religión en la que cree le ordena esos valores y le promete una recompensa por ellos en el Más Allá. El secularismo, por otra parte, incluso en su forma menos virulenta que se satisface a sí mismo con remover la religión de la vida política rechazándola y a los valores innatos como base para la legislación, socava los dos fundamentos para los valores morales en los corazones de la humanidad. En cuanto al secularismo en su forma atea extrema, destruye por completo estos dos fundamentos y los remplaza con caprichos humanos, ya sean los de unos pocos gobernantes en sistemas dictatoriales, o los de las mayorías en los sistemas democráticos.
"¿Has visto a esos que toman su propio ego como su dios? Tú no eres responsable por sus acciones". (Corán 25:43)
Ya que los caprichos y los deseos están, por su naturaleza, en continuo cambio, los valores y comportamientos basados en ellos también son mutables. Lo que hoy día es considerado un crimen, castigado por la ley con las penas más severas, y hace que sus practicantes sean privados de ciertos derechos garantizados a los demás, se convierte en algo permisible mañana, o incluso en algo loable, y aquel que se opone a ello se convierte en "políticamente incorrecto". Este cambio de un punto de vista a su opuesto, como resultado del alejamiento de la sociedad de los valores religiosos innatos, es un hecho frecuente. Sin embargo, por muy ignorante que sea una sociedad o muchos de sus miembros, mantendrá algunos valores innatos, pero mientras más penetre una sociedad en el secularismo, menos de sus individuos mantendrán esos valores, y más marginal será su influencia, hasta que la sociedad en su conjunto se rebele contra esos mismos valores religiosos innatos que solía defender.
Puede haber otra razón para que algunas culturas Yahiliah[1] tradicionales mantengan valores religiosos innatos: podrían apelar a sus deseos o representar su patrimonio y no entrar en conflicto con sus deseos.
"Cuando se los llama para que acepten el juicio de Dios y Su Mensajero, hay un grupo de ellos que se rehúsan, salvo cuando el fallo les es favorable, entonces lo acatan con sumisión". (Corán 24:48-49)
Su relación con la verdad es similar a la de Satanás, como fue descrita por el Profeta (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) a Abu Hurairah, a quien Satanás le recomendó recitar Ayat Al Kursi[2] al acostarse: "Él te dijo la verdad, a pesar de que es un mentiroso empedernido".
En el occidente contemporáneo, las sociedades seculares son el ejemplo más claro de la naturaleza cambiante y contradictoria de la civilización yahiliah. Desde una perspectiva, considera la cultura y los valores sobre los que esta se basa como un fenómeno relativo, variable. Sin embargo, desde otro ángulo, caracteriza algunos valores como valores humanos y ve su violación como algo impactante, castigando con severidad a quienes los violan. La fuente de este problema son dos principios fundamentales sobre los que las sociedades democráticas seculares descansan. El primero es la regla de la mayoría como estándar de qué es bueno y qué es malo en el comportamiento y el discurso, el segundo es el principio de la libertad individual. Estos dos principios necesariamente entran en conflicto entre sí si no están subordinados a otro principio que decida entre ellos.
El secularismo, por su propia naturaleza, rechaza la religión, y en su forma occidental no considera la fitrah (los valores innatos) como criterio válido para determinar qué es benéfico y qué es dañino para la humanidad. No tiene más remedio que hacer de estos dos principios un estándar absoluto para saber cuál comportamiento es permisible y apropiado y cuál no. La contradicción y el conflicto entre estos dos valores se autoexhibe claramente en algunos de los temas candentes actuales en estas sociedades. Quienes abogan por la aceptación de la homosexualidad y la garantía de concederles a los homosexuales iguales derechos y oportunidades en todos los aspectos de la vida, incluyendo el servicio militar, basan su argumento en el principio de los derechos individuales. Ellos creen que nadie tiene derecho a inmiscuirse en lo que ellos llaman su "orientación sexual". El mismo argumento lo sostienen quienes apoyan el aborto. Escuchamos con frecuencia que dicen con incredulidad: "¿Cómo se me puede prohibir la libertad de elección en mis propios asuntos y sobre mi propio cuerpo? ¿Qué derecho tienen las autoridades legales para inmiscuirse en esos temas tan personales?". El único argumento que sus oponentes pueden esgrimir es que este comportamiento contradice los valores defendidos por la mayoría de la población. A pesar de que la base de la oposición de mucha gente contra el aborto es moral o religiosa, no pueden salir y decir eso abiertamente ni pueden emplear argumentos religiosos ni morales, ya que la sociedad secular los encuentra inaceptables. Si aceptamos que no hay base para los valores excepto la opinión individual o la de la mayoría y que, por lo tanto, es posible que cualquier valor cambie de una época a otra y de una sociedad a otra, esto significa que no existe conexión entre los valores y aquello que beneficiará o dañará a la gente en sus vidas materiales y espirituales, lo que a su vez significa que todos los valores son válidos por igual y no importa qué valores sean aceptados o rechazador por una sociedad en particular. Sin embargo, esto significa que todo comportamiento considerado aberrante por las sociedades seculares de la actualidad, como el abuso sexual de niños y la violación de mujeres, y para los que hay penas severas, solo es considerado repulsivo debido a las inclinaciones actuales, las que pueden cambiar mañana; de modo que ciertos crímenes graves pueden hacerse aceptables para la próxima generación, con base en el principio de la libertad individual. La razón por la que un secular está confundido cuando se enfrenta a ciertas cuestiones, es que su repugnancia hacia tales crímenes no se basa realmente en estos dos principios, que solo se han convertido en bases aceptadas de argumentación en las sociedades dominadas por el secularismo; la razón real de ello son los remanentes de sentimientos morales que aún posee, provenientes de la naturaleza original con la que Dios lo dotó, y que persiste a pesar de su secularismo. Quizás la confusión del secularista aumentaría si se le preguntara por qué razón les ha dado prioridad a estos valores democráticos, hasta convertirlos en el estándar por el cual todos los demás valores y comportamientos son juzgados. Si él dice que su reverencia por ellos está basada solo en su actual preferencia e inclinación personal o en el chauvinismo cultural, no tendría cómo replicarle a aquel que se le oponga con base en sus propias preferencias personales que son contradictorias a las suyas, o debido a las normas de su sociedad que difieren de las de la sociedad a la que el primero pertenece.
El fundamento endeble de los valores en las sociedades seculares los hace susceptibles de volverse en cualquier momento contra todos los valores que actualmente son estimados. También, allana el camino para que regresen a sus prácticas de ocupación y colonización de naciones más débiles. No hay nada que los detenga, una vez que uno de ellos se levanta y anuncia que hay un beneficio nacionalista que se puede obtener con esto y un gran número de sus conciudadanos le cree. Su propuesta política se convierte en política oficial, con base en el estándar de la aprobación de la mayoría. Sin embargo, es, como se puede ver, una aprobación basada en nada más que la codicia. Esta ha sido la justificación de toda transgresión en la historia. De hecho, es la base sobre la que cualquier animal ataca a otro. La libertad personal y la norma de la mayoría no son, entonces, los valores fundamentales sobre los que la cultura secular está basada. Esto se debe a que la libertad implica elección, pero no es el criterio para dicha elección. Quiero decir que todo aquel al que se le da libertad de elegir necesita un estándar que pueda utilizar como criterio para su elección. Del mismo modo, la opinión de la mayoría no es en sí misma un estándar, es solo el resultado de muchas elecciones individuales hechas con base en algún estándar. Entonces, ¿cuál es la base para las decisiones de un individuo libre y de una sociedad libre en el sistema secular? Es, sin la más mínima duda, aquellos caprichos y deseos que han tomado el lugar de la Deidad verdadera.
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