Karla, excristiana, Estados Unidos
Descripción: Karla explica cómo su insatisfacción teológica con la doctrina de Jesús como Dios y su descubrimiento de los derechos dados a las mujeres por el Islam la llevaron a convertirse en musulmana.
- Por Karla
- Publicado 25 May 2015
- Última modificación 25 May 2015
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Mi proceso de conversión al Islam fue bastante largo (¡tomó 20 años!) Comenzó cuando yo tenía doce años de edad. Asistí a un colegio privado muy costoso y anglófilo donde tenía que vestir uniforme. Estudié por áreas de estudio en lugar de grados, etc. En fin, había una clase en la que estudiamos las religiones más grandes del mundo: Cristianismo, Judaísmo, Islam, Budismo e Hinduismo, cada una presentada en formato de folleto, y ahí comenzó mi fascinación con el Islam. No sé por qué, pero mi primera impresión de los musulmanes es que no eran hipócritas, como sí lo eran los cristianos que yo conocía. Recuerdo dos cosas que realmente me impresionaron: una, el enfoque en Un Dios Único. Esto fue muy importante para mí, pues desde que tengo memoria he cuestionado los aspectos doctrinales del Cristianismo, en especial los puntos que hablan de que Jesús es Dios. Para mí eso va en contra del primer mandamiento.
Lo segundo que me impactó fue la salá (oración). No solo el hecho de rezar cinco veces al día, sino cómo la mayor parte de la oración se enfoca en adorar solo a Dios. En el Cristianismo, nuestras oraciones tienden a ser peticiones: "Dios, dame esto… Dios, dame aquello."
Fui a la universidad en Washington D. C., que tiene una población musulmana importante. Mi interés en el Islam seguía allí, aunque yo era muy tímida para buscar abiertamente un mayor entendimiento de él. En lugar de eso, me conformé con lo que denominaba "darle la vuelta a la mezquita", que era simplemente conducir alrededor del Centro Islámico de la Avenida Mass, incapaz de atreverme a entrar en él. Una vez llamé por teléfono para preguntar si tenían clase para personas interesadas en el Islam, pero nunca me devolvieron la llamada. Compré una copia de una traducción del Corán y comencé a leer. Era maravilloso, entró directo en mi corazón.
Lo que más me impactó del Islam desde el comienzo fue el tema de los derechos dados a las mujeres. Conozco a muchas personas que hoy en día se reirían de mí por decir tal cosa, pero he leído la Biblia y he visto derechos dados a las mujeres en el Islam que nunca les fueron otorgados en la Biblia. La mujer tiene derecho a rechazar a un pretendiente, mientras que en la cultura cristiana occidental común en la época (siglo VII d. C.) la mujer básicamente era vista como propiedad de su padre y debía casarte con quien él considerara apropiado. A la mujer se le garantiza una parte de la herencia de su padre y de su esposo, mientras que en occidente esa herencia normalmente recae solo en el hijo varón mayor. Las mujeres tienen derecho a tener propiedades y celebrar contratos, un derecho que en los Estados Unidos no obtuvieron hasta mediados del siglo XIX. El Profeta Muhammad (Dios lo bendiga) predicó contra el infanticidio femenino, una práctica común en esa época, y que sigue siendo un problema hoy día en India y China. Por supuesto, en la actualidad el infanticidio femenino ha tomado la forma de abortos de alta tecnología hechos después de una ecografía para determinar el sexo del feto. El Islam insta tanto a hombres como a mujeres a buscar el conocimiento "desde la cuna hasta la tumba". Actualmente, y por desgracia, la cultura parece interferir con algunos de esos derechos.
Durante mi último año de universidad encontré un programa de dawa en televisión llamado Islam, presentado por una mujer de aspecto occidental que entrevistaba personas sobre diferentes temas acerca del Islam. Creo que era transmitido por el Servicio de Información Islámica, pero no estoy segura. Me volví adicta a ese programa y si tenía que salir de casa, lo ponía a grabar en una cinta de video. No recuerdo en qué canal lo transmitían, solo que lo pasaban los viernes y siempre comenzaba con "En el nombre de Dios, el Más Clemente, el Más Misericordioso." Cuando decían la shahadah en el programa, yo sabía que creía en ello así que la decía con mi televisor. Lamentablemente, no conocía a ningún musulmán para hablar sobre el Islam. También me preocupaba mucho lo que pensarían mis amigos y familiares. Algún tiempo después de mi graduación (debió ser en 1990 o 1991) la Embajada Saudita patrocinó una exhibición de arte islámico en el centro de la ciudad. Recuerdo que le pregunté a uno de los exhibidores si tenían alguna información adicional sobre el Islam y me respondieron que no. Quedé devastada. Sencillamente no tenía idea dónde podría conseguir algo sobre el Islam o a quién podía acudir para responder mis preguntas. Y era demasiado tímida para entrar en una mezquita. Ni siquiera sabía si podía entrar, siendo mujer. No sabía si estaría vestida apropiadamente, o si allí solo encontraría personas de habla árabe. Así que continué leyendo el Corán y haciéndole mis preguntas a Dios, con la esperanza de que Él respondiera mis oraciones.
Mi anhelo de Dios no cesó, así que decidí acudir a una religión más convencional, así que me hice cristiana por un tiempo durante mis veintes. El problema era que yo siempre había tenido dudas y preguntas con respecto al Cristianismo, en especial acerca del concepto de la Trinidad y de la divinidad de Jesús. Para mí no tenía sentido que Jesús fuera Dios, considero que eso va en contra del primer mandamiento, el cual Jesús mismo había practicado. Él siempre se enfocó en Dios Padre, por decirlo así. Cuando le preguntaron, él dijo que el mayor mandamiento de todos era amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, mente y alma. Dios —singular. Eso es algo que siempre me he esforzado por hacer, y que sigo tratando de mejorar. Le pregunté a varios pastores acerca de mis dudas, y la respuesta que recibí fue: "Solo necesitas fe." Recuerdo que en una clase de estudio bíblico un tipo comenzó a decir todas las clásicas mentiras acerca de los musulmanes. Lo increpé diciéndole "¡eso no es cierto!" y comencé a decirle a la gente en mi escuela dominical qué creían realmente los musulmanes. Incluso entonces no pude negar la shahadah. Seguía creyendo que solo hay Un Único Dios y que Muhammad fue el Profeta de Dios.
Cuando estaba haciendo mi posgrado en Tennessee, contacté la Asociación de Estudiantes Musulmanes en el campus. Dos hermanas se reunieron conmigo en una cafetería para conversar, pero lamentablemente no entendieron realmente que yo quería convertirme, y nuestra reunión fue bastante extraña. Decidí que me consideraría a mí misma simplemente monoteísta y leería todo sobre las mayores religiones monoteístas: Judaísmo, Cristianismo e Islam. Cada vez me sentía más y más incómoda con el Cristianismo. Si iba a una iglesia y había un crucifijo en la pared, eso me perturbaba. Se me asemejaba a un ídolo al que la gente adoraba. Disfruté más aprendiendo sobre el Judaísmo y descubrí que me acercaba cada vez más al Islam.
Me incorporé a mi actual compañía hace unos dos años. Coincidencialmente, durante mi orientación de recursos humanos había un tipo con el que trabajaría mucho allí. Él terminó trabajando para mí en muchos proyectos y nos hicimos amigos. Él acababa de salir de la universidad y era un "rebelde". Le hice muchas preguntas, como por qué bebía si era musulmán, e incluso hasta amenacé con decirle a su madre. También le pregunté por qué no asistía a la oración del viernes, etc. En el transcurso de un año, me di cuenta que al hablar con él, en realidad estaba hablando conmigo misma (claro que, para dejar las cosas claras, yo nunca he bebido).
Así que hacia febrero pasado fui a la clase para nuevos musulmanes del Centro Islámico en una noche de miércoles, y para mi sorpresa, no había nadie allí. Estaba a punto de regresarme a casa cuando uno de los hermanos me detuvo diciéndome: "espera al Isha (la oración de la noche)... el Imam (líder religioso) estará aquí." A pesar de que estuve tentada a quedarme y esperar, me sentí un poco incómoda y me fui. Unas cuatro semanas después lo intenté de nuevo, y para mi placer había una clase en curso esa noche. Primero había dicho la Shahadah en el D. C. frente al televisor, y ahora, unos 10 u 11 años después, volví a decirla frente al Imam, una hermana musulmana, y un grupo de personas interesadas en el Islam. Desde esa época, he aprendido a rezar (¡algo que había intentado aprender por mi cuenta a través de internet y de videos durante años!) y comencé a estudiar árabe. Insha’Allah (si Dios quiere) un día podré leer y entender el Corán en árabe. Estoy completamente maravillada de poder leer algunos fragmentos del Corán, aunque mi vocabulario no me permite entender mucho… todavía.
El lunes 8 de octubre de 2001 fue también un hito en mi vida como musulmana. Ese día vestí el hijab (el velo musulmán para cubrir la cabeza) por primera vez para ir al trabajo, como parte de la Campaña Velos para la Solidaridad. Me volví una celebridad en el trabajo, la gente no dejaba de pasar por la puerta de mi oficina, ya que había publicado artículos sobre Velos para la Solidaridad y una nota sobre el Islam en mi puerta. La gente me preguntaba: "¿Eres una de ellos?," o "¿eres musulmana?" Yo decía: "Sí." Así que ya salí del "clóset musulmán" en el trabajo. Creo que la gente simplemente asume que una mujer rubia de ojos azules no puede ser musulmana. La principal pregunta que la gente parece hacerse es: "¿Cómo es posible que tú, una mujer estadounidense culta, se haya convertido al Islam, una religión que oprime a las mujeres?" Les parece simple equiparar los derechos de las mujeres en Afganistán con los derechos de las mujeres musulmanas en cualquier otro lugar. Básicamente, lo que les digo es que el Corán les da a las mujeres más derechos que la Biblia. Y como ya dije, esta fue una de las cosas que me atrajo en primera instancia hacia el Islam.
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