Jenny, excristiana, Australia (parte 2 de 2)

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Descripción: Una adolescente australiana, confundida por el concepto de Trinidad, que abrazó el Islam después de un año en la secundaria budista, en Japón.

  • Por Jenny
  • Publicado 27 Mar 2017
  • Última modificación 27 Mar 2017
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Pobre Mejor

Cuando retorne a Australia me hice más amiga de una muchacha con la que asistíamos a la misma secundaria, a ella siempre la consideré una buena amiga, pero no estaba en el "grupo de mis amigos" con quienes me sentaba en clases o durante el almuerzo. A algunas personas de dicho grupo no las había visto ni escuchado desde que había regresado de Japón. Me di cuenta de que esta otra chica y yo teníamos mucho más en común de lo que yo había pensado, quizás eso se debía a que yo había cambiado mucho en Japón, o quizás porque aprendí que ser "socialmente aceptable" y popular no era importante, porque la gente que hace esos juicios no siempre es moralmente correcta. Realmente no me importaba quiénes eran mis amigos y quiénes no, pero sí me importaba ser fiel a mí misma y me negaba a cambiar para darle gusto a los demás. Sentía que había encontrado quién era yo realmente al perder todo lo que antes había considerado importante.

La chica con la que yo había crecido era musulmana, aunque yo no pensaba en eso en ese momento. Una noche ella me invitó a un café y nos sentamos a hablar de religión, principalmente en el concepto que cada una tenía de Dios. Ella fue la que más estuvo haciendo preguntas acerca de lo que yo creía que era dios. Disfruté la conversación y sentí que de alguna manera le estaba dando sentido a ella respecto a mi "religión personal". Cuando regresamos a casa, ella sacó un libro de Los 40 hadices y me leyó algunos de ellos, que por supuesto me resultaron interesantes. Le pedí que me prestara algunos de sus libros para poder leerlos todos, cosa que en efecto hice. Leer esos libros fue, en cierto modo, atemorizante. Para mí, también se podían encontrar ejemplos del Islam en las noticias y en libros como Princesa y No sin mi hija. Sin duda, pensé, los hadices solo eran la parte buena de esa religión, pero también había una parte mala.

Después me mudé de regreso a mi universidad para el comienzo del nuevo semestre, y realmente no podía conseguir los libros de mi amiga, así que comencé a buscar en Internet. Ya había "conocido" a algunos musulmanes en el chat IRC, pero los consideraba también mis amigos y creía que no me dirían la "verdad" sobre el Islam, creía que ellos solo me contaban las partes buenas. Sin embargo, les hice varias preguntas, y ma sha Al-lah, fueron de mucha ayuda. Todavía recuerdo que le pregunté a un musulmán si creía en los ángeles. Los ángeles eran parte de mi "religión personal" y no creí que un musulmán admitiera su existencia. Mi entendimiento limitado e ignorante sobre el hombre musulmán era que golpeaba a su esposa, mataba a niñas bebés, y era terrorista en su tiempo libre. Este tipo de persona no podía creer en los ángeles. Quedé anonadada cuando me dijo: "¡Por supuesto que creo en los ángeles!". A partir de entonces, me interesó saber en qué creían los musulmanes.

A menudo pienso que inicialmente continué leyendo sobre el Islam en Internet solo para probar que estaba equivocado. Siempre estaba buscando la "parte mala". No era posible que todo el mundo tuviera tan mala imagen del Islam si no había una buena razón para ello. Siempre había encontrado una parte mala o ilógica en todas las religiones sobre las que había leído, ¿por qué el Islam iba a ser distinto? Recuerdo haber encontrado un sitio en Internet con un chat islámico, y esperaba ver mujeres oprimidas leyendo lo que los varones estaban diciendo. Creí que ellas no tenían opinión, esperaba la típica "muchacha musulmana" que siempre se disculpa por todo. Me impactó ver chicas musulmanas chateando felizmente, con opiniones que siempre podían expresar con libertad. Estas chicas musulmanas estaban incluso más liberadas que yo.

Mi aprendizaje sobre el Islam en Internet continuó a través de salas de chat en las que hablé con mucha gente. Cuanto más aprendía, más miedo sentía. No le dije a ninguna de mis amistades que estaba leyendo sobre el Islam, ni siquiera a mi mejor amiga. Al principio era porque no quería que me dijeran solo las "partes buenas"; y luego, cuando me di cuenta de que no iba a encontrar las "partes malas", mantuve mi silencio porque no quería darles esperanzas de que me fuera a convertir al Islam. Quería que esa "decisión" fuera tomada por mí misma, sin ninguna presión.

Esta "decisión" de la que hablo, no era realmente una decisión, en lo absoluto. A menudo me preguntan: "¿Qué hizo que te decidieras a hacerte musulmana?". Pero cuando se te presenta algo tan claro y lógico como el Islam, no hay elección. Eso no significa que sea fácil tomar la decisión de decir la Shahada (declaración de fe), muchas cosas me detuvieron al comienzo. En primer lugar, creía que todavía no sabía lo suficiente sobre el Islam, pero eso luego ya no importó más, porque sabía que jamás encontraría en él algo malo o ilógico. Me di cuenta de que decir la Shahada no es el último paso, sino el primero. In sha Al-lah (si Dios quiere) seguiré aprendiendo. Lo otro que me hizo dudar fue separar la palabra "Islam" de todas las cosas malas que había asociado con ella. Siempre creí que yo no podía ser musulmana. Descubrir después que mi "religión personal" y mi creencia de que Dios es Uno, en realidad era Islam, fue duro para mí al comienzo. El Islam reunió todo y le dio sentido. Para mí, encontrar el Islam fue como un gran viaje en autobús, me había detenido y había visto todas las paradas en el camino, tomando un poco de cada una de ellas, y seguí con el viaje. Cuando encontré el Islam, esa fue la última parada de mi largo trayecto.

En octubre de 1997, mi mejor amiga me acompañó a un Centro Islámico en Melbourne (Jeffcott St.), donde hice mi Shahada. Todavía tenía miedo en ese momento, pero después de que una de las hermanas me habló de los artículos de fe, puse una señal mental en cada uno de ellos y supe que no había nada más qué decir con mi boca. Todavía lloro cuando recuerdo el momento en que dije: "Sí, lo haré". Finalmente, derribé el muro mental que me había detenido. Repetí las palabras en árabe que me dijo la hermana, con la primera palabra, lloré. Es un sentimiento que no puedo explicar. Mi amiga estaba sentada a mi lado, un poco atrás, y no se dio cuenta de que yo estaba llorando. Sentía mucho poder a mi alrededor y en las palabras, pero yo me sentía muy frágil.

A veces pienso que mi familia se pregunta si esto solo es una fase por la que estoy atravesando, igual que mis otras fases. Incluso fui vegetariana hasta una noche en que mi madre me dijo que la cena era un asado. Todavía tengo mucho que aprender, pero algo que quisiera que la gente entendiera es que sé, Alhamdu lil-lah (todas las alabanzas son para Dios), que el Islam es una bendición para la humanidad. Cuanto más aprendas, in sha Al-lah, más verás la belleza del Islam.

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