La historia del Profeta Hud
Descripción: La importancia de buscar el perdón de Dios.
- Por Aisha Stacey (© 2012 IslamReligion.com)
- Publicado 06 Aug 2012
- Última modificación 12 Aug 2012
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Mucha gente se sorprende al descubrir que los musulmanes también creen en muchos de los Profetas encontrados en las tradiciones judía y cristiana. Noé, Abraham, Moisés y Jesús, entre muchos otros, ocupan un lugar destacado en las páginas del Corán. Creer en todos los Profetas de Dios y en todos los Libros revelados son dos de los pilares de la fe en el Islam; por lo tanto, los musulmanes aceptan la Torá y el Evangelio de Jesús. Sin embargo, también creen que estos libros fueron alterados o perdidos con el transcurso del tiempo. En consecuencia, los musulmanes creen sólo lo que ha sido confirmado en el Corán o en las tradiciones auténticas del profeta Muhammad.
En el Antiguo Testamento se hace referencia a un descendiente de Noé llamado Eber. En algunas tradiciones se lo llama Heber, y es conocido como el padre de la lengua hebrea[1]. En el Islam, sin embargo, podría ser Hud[2] y es uno de los cuatro Profetas árabes, los otros tres son Saleh, Jetró y Muhammad. El renombrado erudito islámico del siglo XIV, Ibn Kazir, reporta que Ibn Yarir también afirmó que Hud era descendiente de Noé.
Enviado por Dios a sus hermanos, Hud difundió el mensaje de que Dios es Uno y que sólo debemos adorarlo a Él. Es el mismo mensaje difundido por todos los Profetas de Dios. Hud le dijo a su gente: “¡Oh, pueblo mío! Adorad sólo a Allah, pues no existe otra divinidad salvo Él” (Corán 11:50). Hud pertenecía a la antigua civilización conocida como Ad, y su capital se cree que fue la legendaria ciudad de Ubar, conocida en el Corán como Iram. (89:6-7)
Se cree que Ad estaba situada en las colinas costeras entre Omán y Yemen. Su pueblo era conocido por construir torres elevadas, y por ello el área era denominada “la tierra de las mil columnas”. Fue una civilización grandiosa. Dios bendijo a Ad y a su gente. Les brindó tierras fértiles y agricultura en abundancia, muchos niños, una gran variedad de ganado y fácil acceso a recursos hídricos. Su gente era descrita como alta, fuerte y de buena constitución.
En muchos sentidos, Ad puede ser descrita como una sociedad similar a muchas de las sociedades opulentas que existen hoy día. Hubo un exceso de riqueza y la gente orgullosa y arrogante no estaba conforme con satisfacer sus necesidades básicas. Comenzaron a construir torres y viviendas sólo para mostrar su riqueza y su acumulación de posesiones mundanas, como si fueran un pueblo destinado a vivir para siempre.
Los gobernantes y líderes de Ad fueron tiranos poderosos, sus riquezas no los suavizaron, como a veces sucede, sino que se fortalecieron y dominaron las tierras a su alrededor. Satanás estuvo entre ellos e hizo que sus obras les parecieran justas. Su arrogancia y orgullo crecieron y la adoración de ídolos se hizo frecuente.
El Profeta Hud también fue un hombre fuerte, pero utilizó su fuerza para enfrentar los problemas que abundaban en su sociedad; sin embargo, la gente era demasiado orgullosa como para escucharlo. Ellos no querían que Hud les señalara sus errores, pero él insistía en llamarlos a la rectitud. Dijo:
“¡Oh, pueblo mío! Pedid perdón a vuestro Señor y arrepentíos, así Él os enviará del cielo copiosas lluvias y os aumentará vuestro poderío, y no os apartéis [de vuestro Señor] ensoberbecidos”. (Corán 11:52)
Hud trató de explicarle a su gente que sólo buscar el perdón de Dios por su rebeldía y su arrogancia lograría aumentar su fuerza y riqueza. Dios, les dijo, premiaría su arrepentimiento con lluvias abundantes y aumentando su poder. De modo similar que otros pueblos arrogantes a lo largo del tiempo, el pueblo de Ad miró a Hud con desdén, ellos miraban a su alrededor y veían que eran la nación más poderosa que existía.
El pueblo rico y arrogante de Ad discutió con Hud sobre la naturaleza del Día del Juicio. Ellos creían que después de la muerte el cuerpo se convertía en polvo y era arrastrado por el viento. La gente de Ad, de forma muy parecida a la gente de la actualidad, creía que el propósito de la vida era acumular riqueza, prestigio y posesiones. Cuando Hud hizo que confrontaran la realidad de sus vidas y les señaló que estaban alejados del Único Dios, sus pechos arrogantes se hincharon de orgullo y lo acusaron de loco. Ellos se preguntaban por qué un hombre que comía y bebía igual que ellos podía tener una visión tan distinta de la vida. Con sus ojos fijados firmemente en la riqueza y el lujo, la gente de Ad se convencía a sí misma que seguir a Hud sería cosa de locos.
“En verdad no hay otra vida más que la mundanal, vivimos, morimos, y no seremos resucitados. Él es sólo un hombre que ha inventado una gran mentira acerca de Dios, y no le creeremos”. (Corán 23:37-38)
Eventualmente, la gente de Ad miró a Hud y dijo: “Sabemos por qué estás loco, nuestros dioses (ídolos) te han castigado porque los has insultado” (Corán 11:53). Hud se volvió hacia Dios y renunció a su pueblo. Sabía que el castigo de Dios sería rápido y severo. La sequía se extendió por toda la tierra que antes era fértil y abundante. La gente miraba al cielo con la esperanza de ver señales de lluvia. El castigo fue evidente, pero aun así la gente de Ad se burlaba de Hud y lo ridiculizaba.
Un día fatídico, el clima cambió. El calor sofocante dio paso a un frío cortante y el viento comenzó a aullar. El viento salvaje aumentó con cada nuevo día y la gente comenzó a buscar refugio. El huracán se extendió durante más de una semana. Destrozó tiendas de campaña y viviendas, y arrancó las ropas y la piel del cuerpo.
Fueron destruidos por un viento furioso y violento que Dios les impuso durante siete noches con sus días, de modo que se podía ver a los hombres caídos (derribados) como si fueran troncos huecos de palmeras (Corán 69:6-7).
Ibn Kazir nos cuenta que el furioso vendaval no se detuvo hasta que toda la región, una vez exuberante y verde, estuvo reducida a ruinas y tragada por las arenas del desierto. Sólo Hud y su pequeño grupo de seguidores se salvaron, y se cree que emigraron a la zona de Hadramaut en lo que hoy se conoce como Yemen.
Epílogo
Se dice que Ubar[3] era un remoto oasis en el desierto y un gran centro de comercio habitado por gente rica y poderosa. La leyenda dice que se perdió en una gran tormenta de arena que sepultó toda la zona. En 1992, la legendaria ciudad perdida fue descubierta utilizando datos de sensores remotos. Las imágenes de satélite expusieron una gran área de dunas de arena, bajo las que se encontró una gran rambla o lecho de río seco. Ubar actualmente está en fase de excavación y la evidencia ha revelado una ciudad fortificada octogonal con torres de 9 metros y gruesas paredes.
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