La Biografía de Muhammad (parte 7 de 12): Una Nueva Etapa en Medina
Descripción: Los desafíos del establecimiento de una nueva ciudad en Medina
- Por IslamReligion.com
- Publicado 29 Dec 2008
- Última modificación 29 Dec 2008
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La comida principal del Profeta Muhammad era generalmente una gacha hervida, con dátiles y agua; pero con frecuencia pasaba hambre, algunas veces incluso se colocaba una piedra plana en su estomago para alivianar su dolor. Un día una mujer le dio un tapado, algo que necesitaba mucho, pero esa misma tarde alguien se la pidió para envolverse, y rápidamente se la entregó. Los que tenían le traían comida, pero nunca la probaba, siempre había alguien con más necesidad que él. Con muy poca fuerza física, ahora tenía cincuenta y dos años, luchaba para construir una nación basada en la verdadera religión del Islam debido a la variedad de personas que Dios le había dado como materia prima.
Debido al carácter junto con las extraordinarias habilidades diplomáticas, el Profeta Muhammad comenzó a reconciliar las enfrentadas facciones de Medina. Con sus demás compañeros emigrando, un sistema de apoyo para los nuevos era esencialmente importante. Para unir a los ‘emigrantes’ (Muhāyirūn) con los musulmanes locales, los ‘ayudantes’ (Ansār), estableció un sistema de relaciones personales: cada ‘ayudante’ tomó un ‘emigrante’ como hermano, para ser tratado como tal bajo todas las circunstancias y para ser herederos junto a la familia natural. Con muy pocas excepciones, los ‘emigrantes’ habían perdido todo lo que poseían y dependían enteramente de sus nuevos hermanos. Los ‘ayudantes’ algunas veces llegaban al punto de entregarles a sus hermanos la mitad de sus posesiones en casas, bienes y tierras. Tal era el entusiasmo de los ‘ayudantes’ por compartir todo con sus hermanos de fe que dividieron todo en dos partes para armar lotes para guardar sus partes. En la mayoría de los casos, intentaban dar a los emigrantes la mejor porción de su propiedad.
Uno se tienta por describir como un ‘milagro’ el hecho de que la situación parece no haber causado resentimiento alguno entre aquellos que estaban de golpe obligados a tomar a completos extraños como parte de su familia. El lazo de hermandad rompió todos los lazos de ascendencia, color, nacionalidad y otros factores previamente considerados como estandarte de honor. Los únicos lazos que importaban ahora eran los religiosos. Raras veces la fe religiosa tuvo el poder de cambiar tanto al hombre.
Los musulmanes mecanos, sin embargo, no han olvidado sus viejas características. Un ‘emigrante’ expresó cuando su nuevo hermano le dijo: ‘Oh el mas pobre de los pobres, ¿Cómo puedo ayudarte? ¡Mi casa y mis fondos están a tu disposición!’ respondió: ‘Oh el amigo mas bueno de entre los mas buenos, solo muéstrame el camino hacia el mercado local. El resto se cuidará solo’. Este hombre, se dice, que comenzó vendiendo queso y manteca, y pronto se volvió lo suficientemente rico como para pagar la dote de una joven local y, en su debido momento, pudo equipar una caravana de 700 camellos.
Tal empresa fue alentada, pero también había quienes no tenían la habilidad de hacerlo porque no tenían familia o propiedades. Pasaban el día en la mezquita y por la noche, el Profeta los ubicaba con varios individuos de los ‘ayudantes’. Se hicieron conocidos como ‘Ahl us-Suffa’. Algunos eran alimentados por el Profeta mismo, cuando había algo para compartir, y con cebada cocida del fondo comunitario.
En el primer año de su gobierno en Yazrib, el Profeta hizo un pacto solemne de obligación mutua entre su gente y las tribus judías de Medina y sus alrededores, en la cual decidieron tener un estado igualitario como ciudadanos de un estado y la completa libertad religiosa, y que cada uno defendería al otro si era atacado.
Pero la idea de un Profeta era la de alguien quien pudiese darles poder, y un profeta judío, no uno árabe. Los judíos también habían beneficiado mucho de las peleas entre las tribus árabes, como también de la inestabilidad de la región que habían ganado en comercio y bienes. La paz entre las tribus de Medina y sus alrededores era una amenaza para los judíos.
También, de entre los habitantes de Medina estaban aquellos que sentían resentimiento hacia los recién llegados, pero sostuvieron su paz por mucho tiempo. El mas poderoso, Abdullah ibn Ubayy ibn Salul, estaba extremadamente resentido con la llegada del Profeta, porque él era el antiguo líder de Yazrib antes del Profeta, entonces aceptó el Islam como un asunto de formalidad, aunque mas tarde traicionó a los musulmanes como el líder de los ‘hipócritas.’
Debido a su odio por el Profeta, los musulmanes, y el nuevo estado de los asuntos de Yazrib, la alianza entre los judíos y los ‘hipócritas’ de Medina fue casi inevitable. A lo largo de la historia de los musulmanes en Medina, intentaron seducir a los seguidores de una nueva religión, complotando constantemente y planeando en contra de ellos. Por esta razón, se mencionan frecuentemente a los judíos y los hipócritas en los capítulos Coránicos revelados en Medina.
La Qiblah
La Qiblah (es la dirección hacia donde se orientan los musulmanes para rezar) hasta ese entonces había sido Jerusalén. Los judíos imaginaron que la opción implicaba apoyarse en el judaísmo y que el profeta los necesitaba para su instrucción. El Profeta quería que la Qiblah fuese cambiada a Kaaba. El primer lugar en la tierra construido para la adoración de Dios, y reconstruido por Abraham. En el segundo año después de la emigración, el Profeta recibió la orden de cambiar la Qiblah de Jerusalén a la Kaaba en La Meca. Una porción entera del Surah al-Baqara relata esta controversia con los judíos.
Las primeras expediciones
La primera preocupación del Profeta como gobernador fue la de establecer la adoración pública y establecer la constitución del Estado: pero no olvidó que Quraish había jurado terminar con esta religión. Enfurecido por el éxito del Profeta en la emigración a Medina, incrementaron su tortura y persecución de los musulmanes que permanecieron en La Meca. Tampoco se detuvieron sus planes diabólicos. Intentaron hacer alianzas secretas con algunos politeístas de Medina, como Abdullah ibn Ubayy ya mencionado, ordenándole matar o expulsar al Profeta. Quraish a menudo enviaba mensajes amenazantes a los musulmanes de Medina advirtiéndoles de su aniquilación, y tantas noticias acerca de los complots y planes de los politeístas llegaron al profeta que él mismo pidió guardias de seguridad cerca de su hogar. Fue en este momento que Dios le dio permiso de armarse en contra de los incrédulos.
Durante catorce años fueron estrictos pacifistas. Luego, sin embargo, fueron enviadas pequeñas expediciones, lideradas por el Profeta mismo o algunos otros de los emigrantes de La Meca con el propósito de reconocer las rutas que llevaban a La Meca, así como también la formación de alianzas con otras tribus. Otras expediciones fueron guiadas con el propósito de interceptar algunas caravanas que regresaban desde Siria en la ruta hacia La Meca, una manera de los musulmanes para presionar económicamente a Quraish para que abandone la persecución de los musulmanes en La Meca y en Medina. Pocas de estas expediciones llegaron a tener enfrentamientos, pero a través de ellas, los musulmanes establecieron su nueva posición en la Península Árabe, que ya no eran oprimidos ni débiles, sino que sus fuerzas habían crecido y eran ahora una fuerza formidable con la que difícilmente se reconocían.
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