Zainab, Exchistiana, Estados Unidos (parte 2 de 2)

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Descripción: Zainab encuentra más cosas en común con sus amigos musulmanes que con los cristianos, y finalmente decide leer sobre el Islam.

  • Por Zainab
  • Publicado 14 Jan 2013
  • Última modificación 14 Jan 2013
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Pobre Mejor

También me involucré en el Ministerio Estudiantil Cristiano. Siempre preferí tener amigos cristianos a aquellos no cristianos debido a que así pensamos todos de forma más parecida. Y aunque tenía muchas buenas amigas cristianas, también sentía una falta de cercanía con ellas debido a diferencias de opinión sobre lo que constituye una vida piadosa, por ejemplo salir con novios, beber alcohol, ir de fiesta, etc. Siempre me preguntaban si yo tenía algún problema y se burlaban de mi cuando rechazaba invitaciones a bares, sitios de baile, etc. Esto me hacía sentir muy mal interiormente.

Un día conocí a varias hermanas musulmanas, y sentí un lazo instantáneo, como nunca antes lo había sentido. Al igual que yo, ellas no salían con chicos, maldecían, bebían ni ninguno otro de una larga lista de vicios. Fue muy emocionante conocer a otros con quienes estuviera de acuerdo en tantos temas. Me sorprendió saber que había otra persona en el planeta similar a mí. No tenía idea de que tal criatura existiera.

Ya que era la segunda vez que los musulmanes llamaban mi atención, decidí que debía investigar sobre el Islam, así que llamé a una mezquita y fui allí para hallar orientación. Me dieron una copia del Corán y comencé a leerlo. Poco a poco mi enfoque comenzó a trasladarse del Cristianismo hacia el Islam. Al principio dejé de enseñar la parte de que “Cristo es el Salvador” en mis lecciones de la escuela dominical, y opté por lecciones morales cada semana. Sin embargo, pronto no pude mirar a los niños a los ojos cuando les enseñaba porque sentía que era hipócrita con ellos y sus padres, quienes esperaban que yo fuera un modelo de cristiana a seguir.

Después, durante mis oraciones, sentí que Dios me guiaba para que dejara de enseñar catequesis y fuera a diferentes iglesias los domingos para investigar el crecimiento de la iglesia. Por ejemplo, cuando hay dos iglesias en la misma calle, ¿por qué una tiene 500 miembros y la otra 5.000? En ese momento, eso no tenía sentido para mi, pero me sentí muy urgida por Dios a hacer eso, y había aprendido que si estás seguro de que Dios te está guiando en una dirección, y estas seguro de que es Dios y no tu instinto o tus deseos, es mejor que lo hagas si quieres tener la mejor vida. Había ignorado Su guía en el pasado y había fallado muchas veces. (Hay más anécdotas divertidas aquí para otra ocasión).

No discutí sobre el Islam con nadie porque sentía que estaba traicionando a toda mi familia y amigos cristianos, y ni siquiera lo discutí con mis amigas musulmanas porque no quería que hubiera ninguna presión sobre mi decisión. Poco a poco, sin darme cuenta, comencé a cambiar mis creencias del Cristianismo hacia el Islam. No fue una transformación rápida ni sencilla, porque toda mi vida estaba fundamentada en el Cristianismo, sin embargo, se transformó.

Un día, una amiga musulmana en la escuela me preguntó qué disfrutaba hacer cuando no estaba en la escuela. Le dije que mi actividad favorita era enseñar catequesis. Me preguntó dónde enseñaba y le dije que no estaba enseñando en ninguna parte. Me preguntó por qué, si era mi actividad favorita, no la estaba haciendo. Fue en ese punto que me di cuenta que había cambiado sin siquiera darme cuenta. Sabía que nunca volvería a enseñar en la escuela dominical, porque ya no era cristiana, sino que posiblemente, era musulmana. Mis creencias ahora eran sólidamente islámicas.

Fue una de las cosas más difíciles que he admitido, creo que estaba esperando volver finalmente al Cristianismo para que mi vida fuera más fácil, pero no fue así. De modo que comencé a responderle lentamente que ya no creía en el Cristianismo, asombrada y triste al comprender esto. Fue muy difícil pronunciar esas palabras. Ella me preguntó por qué, así que le expliqué que había leído el Corán y creía en su contenido, al contrario de lo que había en la Biblia. Ella me preguntó: “¿Entonces eres musulmana?” Le dije: “En realidad no sé que define a alguien como musulmán.” Ella me hizo varias preguntas sobre mis creencias, y luego me dijo que yo era musulmana y que sólo necesitaba convertirme. Le pregunté cómo se convierte una persona, y me dijo: “Sólo debes repetir estas palabras después de mí,” y así lo hice. De modo que experimenté la muerte de mi Cristianismo y el nacimiento de mi Islam en el espacio de unos pocos minutos. Sobra decir que ese momento está grabado permanentemente en mi cerebro, in sha Allah [Dios mediante].

Estaba muy emocionada, pero tenía que estar segura de que lo que creía que había ocurrido, había ocurrido en realidad. No quería ser como una veleta ante esta decisión, es decir, ser musulmana un día y cristiana al siguiente, musulmana al otro día y de regreso al Cristianismo, de modo que me reuní con cuatro Imames para saber exactamente lo que significa ser musulmán, y esto terminó con la misma conclusión de que soy musulmana.

Al mes siguiente, estaba abrumada con la sensación de estar en casa. Sentía que lo que había buscado toda mi vida lo había encontrado, y por primera vez estaba en el hogar al que pertenecía. A menudo tengo la sensación de que siempre he sido musulmana, pero Dios decidió que serviría más a Su interés que naciera en un ambiente cristiano, así estuve en posición de observarlo desde muchos ángulos distintos que si hubiera nacido y crecido musulmana. Hay muchas cosas que debo aprender de mis hermanos y hermanas musulmanes, y también hay muchas áreas donde los musulmanes pueden aprender de aquellos que crecimos como cristianos. In sha Allah, espero no olvidar nunca el día en que me convertí, puesto que una vez lo hice, el mundo de repente se ve tan distinto como si de un momento a otro se hubiera llenado de color. Sé que esto suena absurdo, pero es la única forma que conozco para describir el cambio que experimenté. Las cosas se ven distintas, huelen distinto, suenan diferente, etc. Realmente, no puedo decirlo con palabras.

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