¿Nacemos para ser libres? (parte 1 de 2): La libertad, un regalo inestimable
Descripción: Una mirada a cuánta libertad realmente tenemos o no tenemos sobre nosotros mismos y nuestras vidas.
- Por Ruqaiyyah Waris Maqsud
- Publicado 26 Jan 2009
- Última modificación 09 Mar 2009
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“El libre albedrío es el regalo de Dios más difícil de apreciar y comprender. La persona que renuncia a su propia libertad y decide ser un siervo de Dios, siempre será verdaderamente libre”.
La libertad es una de las cosas más valiosas que existen, a pesar de que no la valoramos hasta que la perdemos. Es considerada uno de los derechos humanos básicos, e impedir ese derecho sin justa causa es un pecado muy serio. Nos gusta pensar que somos libres, y que tenemos libre albedrío cuando hacemos nuestras elecciones en la vida; pero pensemos por un momento acerca de las realidades de esta situación. ¿Somos realmente libres? Y si lo somos, ¿de qué manera? ¿Qué significa eso para nosotros?
Para empezar, la cantidad de libertad que tenemos actualmente es mucho más limitada de la que consideramos tener. Veamos algunos simples ejemplos que todos podemos entender, cosas relacionadas con nuestros cuerpos. ¿Cuánta libertad tenemos referente al bostezo, al estornudo, a la transpiración, a la circulación sanguínea, a la digestión o a la excreción? ¿Cuánta libertad tenemos sobre lo que vemos o sentimos, o sobre nuestros músculos y extremidades? Yo solía ser capaz de correr hasta un autobús y escalar montañas; pero ahora no importa cuánto insista en que soy libre para hacer estas cosas, ya no puedo hacerlas más. Ni siquiera puedo elegir ponerme de pie: si estoy escribiendo por mucho tiempo mis piernas se quedan tan rígidas que no puedo hacerlo. No tengo absolutamente ningún control al respecto de lo que ocurre dentro de mi cuerpo. No tengo idea de cómo mis riñones remueven sustancias inútiles o cómo saben lo que es necesario y lo que debe ser eliminado. No tengo idea de lo que hace a mi corazón latir, o cuándo se ha de detener. ¡No puedo escoger si salivo, si orino, si coagulo, si duplico mis células, si envejezco o si muero!
Y respecto a las personas con las cuales me relaciono, no tuve ninguna libertad de elegir a mis padres, abuelos, hermanos y hermanas. No pude elegir mi constitución genética. Intenté elegir cuándo mis propios hijos deberían haber nacido, pero ni siquiera eso ocurrió como yo esperaba; y no tenía idea de cuál sería el sexo de mis hijos o cómo serían. Algunas personas creen que es sólo cuestión de tiempo para que seamos capaces de manejar la genética a un punto tal de producir hijos a nuestro gusto; pero aún así –naturalmente– las pequeñas personitas creadas no tendrán ninguna libertad respecto a elegir cómo serían físicamente. Entonces, cuando consideramos todo eso, realmente no parece que los seres humanos tengan mucha libertad después de todo, ¿no es así?
Sin embargo, la creencia en la libertad del espíritu humano es uno de los asuntos claves que Dios ha revelado en todas las épocas. En el Islam, se nos enseña que eso fue algo que Dios garantizó a los seres humanos, no así a los ángeles. Puede que no seamos capaces de escoger lo que somos físicamente, pero tenemos que escoger lo que haremos con respecto a nuestra actividad espiritual. Dios nos pide tener control de nosotros mismos, tomar ciertas decisiones y comportarnos de cierta forma, pero Él no nos obliga a ello. No estamos obligados a creer en Él y podemos decidir ignorarlo o desobedecerlo, millones de personas lo hacen.
Esto ocurre ya que no somos robots programados. No reaccionamos del mismo modo frente a situaciones similares; algunos son mucho más desinteresados y generosos, o dispuestos a perdonar y a cooperar solidariamente. Pero no estamos obligados a ser así. Si vemos una anciana cruzando la calle con gran esfuerzo, cargando pesados paquetes, podemos decidir si vamos y la ayudamos, si la golpeamos y robamos sus objetos, si la ignoramos, o si la insultamos y huimos… Eso nos lleva a una interesante reflexión. Podemos distraernos adivinando lo que cada individuo haría con la anciana y sus objetos, pero todos tenemos un sentimiento de “deber”; pensamos que sabemos qué línea de conducta debe tomar una buena persona, una persona religiosa o una persona consciente.
Siempre que decimos que una persona “debe hacer algo”, asumimos que esa persona es en realidad libre y apta para hacerlo. No tendría sentido decir, por ejemplo, que alguien que está encerrado en una cárcel debería ayudar a la anciana del ejemplo anterior, o alguien que está inconsciente o vive en un país distante. El “deber” implica “poder”. Ahora bien, si Dios puede hacer cualquier cosa que desee; entonces, obviamente, es perfectamente posible para Él controlar nuestras mentes y nuestras decisiones. Este es un asunto que está dentro de las capacidades de los seres humanos, y sería demasiado fácil para Dios. Sin embargo, el simple hecho de que Él permita a las personas escoger no creer en Él y no hacer lo que Él quiere, demuestra contundentemente que Dios no robotiza la mente de las personas.
¿Nacemos para ser libres? (parte 2 de 2): Lo que Dios quiere de nosotros
Descripción: La visión islámica del destino y cómo los musulmanes implementan de modo práctico este concepto en sus vidas.
- Por Ruqaiyyah Waris Maqsud
- Publicado 26 Jan 2009
- Última modificación 26 Jan 2009
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Cada uno de los profetas, incluyendo a Abraham, Moisés, Jesús y Muhammad, enseñaron que lo que las personas deciden hacer respecto a la creencia en Dios y la obediencia a Él tendrá influencia definitiva en el resultado final de sus asuntos. Los seres humanos tienen una tremenda habilidad para amar y ser gentiles, o para odiar y ser destructivos. Esto significa que a pesar de que todos ellos hayan nacido con almas iguales, no permanecen iguales. El libre albedrío es el regalo de Dios más difícil de comprender y apreciar. El objetivo del libre albedrío es dar sentido a la moral humana, sin él no existiría el buen o mal comportamiento y simplemente seríamos autómatas.
Si no pudiéramos hacer elecciones verdaderamente libres, entonces no seríamos juzgados ya que eso iría totalmente en contra de la justicia. Cuando las personas no son libres para hacer elecciones, entonces no pueden ser consideradas responsables. ‘A’ishah narró que el Profeta, la paz y las bendiciones de Allah sean con él, aclaró que aquellos cuya libertad o intelecto fueran limitados –por ejemplo, los niños y los ignorantes, o aquellos cuyo equilibrio mental estuviese perturbado– no deberían ser considerados moralmente responsables por sus acciones, ya sea ante un tribunal de justicia de la Shari’ah (o el tribunal del Reino Unido, para el caso) o en el Juicio por venir.
Entonces, ¿qué pasa con el concepto islámico de Al-Qader (la principal doctrina del control completo y absoluto de Dios respecto al cumplimiento de los eventos) o el Destino? ¿Cómo alguien equilibra la idea de que Dios conoce absolutamente todo con la idea del libre albedrío? ¿Si Dios conoce anticipadamente todo lo que va a ocurrir, entonces la vida de una persona está totalmente predestinada? Además, si Dios no interviene para evitar que ocurran determinadas cosas, ¿podríamos decir que solo Él es responsable por ellas? Esto está conectado con el problema del “mal”. ¿Quién es responsable por el mal, si Dios es en última instancia responsable por todo? ¿Puede un ladrón alegar inocencia diciendo que no es culpable porque seguramente estaba predestinado para robar?
Muchas personas piensan que los musulmanes son fatalistas y creen que –ya que “todo está escrito” y que Dios conoce todo anticipadamente– todo está predeterminado. La mente humana no puede solucionar completamente este problema, pero el hecho de que Dios haya enviado mensajeros con revelaciones ciertamente indica que se espera que los seres humanos escuchen y luego tomen sus decisiones y así adapten sus vidas de acuerdo a ello (vea Corán 6:91; 23:73). De hecho, Dios reveló:
“En verdad, Dios no cambia la condición de la gente mientras estos no se cambien a sí mismos”. (Corán 13:11)
Esto indudablemente parece indicar que los seres humanos tienen el poder de cambiar a través de su propio libre albedrío, y esas decisiones cambian su destino. Debe ser verdad que Dios conoce todo y toda posibilidad, pero los seres humanos no. Entonces, si un ser humano escoge una cosa en particular, habrá una consecuencia en particular que llevará a una conclusión en particular. Si el ser humano escoge un curso diferente de acción, entonces la consecuencia y la conclusión serán distintas. Si tú decides tomar un frasco completo de calmantes, seguramente morirás esta tarde; pero si decides tomar sólo dos comprimidos, eso puede curar tu migraña y quizá vivas hasta los cien años. Dios conoce todos los posibles resultados pero Él te deja a ti la decisión. Nosotros no podemos comprenderlo, pero Dios sí, Su inteligencia es infinitamente mayor y totalmente distinta a la nuestra.
La verdad se encuentra en el mundo de Al Gaib (asuntos que se encuentran más allá de la percepción humana). Todo lo que los creyentes pueden hacer es pedir la guía para sus vidas. Puede que no seamos capaces de ver el camino a la distancia, pero podemos rezar para que Dios nos muestre el siguiente paso, un paso a la vez. Si fuera imposible para las personas escoger debido a que sus futuros y destinos ya se encuentran definidos, no solamente Dios sería injusto, sino que no tendría sentido intentar vivir una vida recta. El fatalismo lleva a la desesperación, a la impotencia y al pesimismo, y dificulta a las personas esforzarse para mejorar su entorno y el de aquellos que lo rodean.
¿Qué quiere Dios para nosotros? Él quiere que alcancemos la felicidad y el éxito. Él quiere que encontremos la verdadera libertad. Si la verdadera libertad trae la felicidad, entonces parece que las cosas no son exactamente como algunas personas piensan. Yo debería ser feliz por ser libre para poder tener una relación con una persona distinta cada semana, o para saciarme con una comida sabrosa pero poco saludable; o para gastar una fortuna en ropas, joyas o discos compactos de música pop; o fumar o quedarme fuera hasta tarde preocupando a mis padres; o no hacer mis tareas o trabajos de casa; o divertirme con mis enemigos; o ganar mucho dinero de manera deshonesta; o ser famoso y admirado por muchas personas. Seguramente esas son las cosas que hacen felices a las personas, ¿cierto?
Cómo sería de simple si fuera solamente eso. Es muy fácil para Satanás engañar a las personas, el camino que lleva a la destrucción es muy tentador y agradable. Pero deténgase y piense. Muchas de las personas más ricas y poderosas del mundo son las más solitarias. Las personas que comen sin límite sufren todos los problemas y miserias del sobrepeso. Aquellos que son perezosos y evitan aprender y esforzarse en su juventud, despiertan a la realidad de sus vidas fallidas cuando es demasiado tarde. Los que fuman alegremente morirán jóvenes de cáncer o insuficiencia cardiaca, causando un gran dolor a quienes los aman. Las personas que son promiscuas usualmente terminan sufriendo y con niños que descuidan, abandonan (sobre todo los padres jóvenes) o matan en un aborto (las madres jóvenes).
La verdadera felicidad es ocuparse de lo que Dios nos ha ofrecido y nos ha dado en confianza por este corto periodo de tiempo: nuestro cuerpo, nuestra familia, nuestros talentos, nuestra sensibilidad hacia los demás. Eso no significa ser libres para saciar nuestras pasiones y deseos con cosas que sabemos muy bien que nos lastimarán y lastimarán a otros en su momento. Y aquí está lo curioso del asunto: la persona que renuncia a ese tipo de libertad egoísta y decide ser siervo de Dios, siempre será verdaderamente libre. Ellos sabrán que hicieron su mejor elección, sus conciencias estarán limpias, sentirán paz interior y estarán llenos de esperanza, y nunca serán esclavos de sí mismos ni de ninguna otra persona o cosa.
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