Lynda Fitzgerald, ex católica, Irlanda (parte 3 de 4)
Descripción: Lynda cuenta su conflicto interno acerca de llevar el Hiyab.
- Por Lynda Fitzgerald
- Publicado 14 Sep 2009
- Última modificación 14 Sep 2009
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Cambiar de empleo
Hubo un congelamiento de contrataciones en mi hospital; no obstante, en junio reanudaron inesperadamente los reclutamientos para las incorporaciones y había dos empleos tras los cuales podía ir. Uno era en el Departamento de Recursos Humanos y el otro en el Departamento de Educación y Capacitación. Podía elegir entre ambos empleos y ambos directores insistieron para que optara por sus departamentos. De elegir el Departamento de Recursos Humanos hubiese estado justo en el medio de la acción, hubiese sabido todo lo que ocurriría en el hospital, y las posibilidades de conseguir un aumento salarial en el futuro eran mayores. Si elegía el Departamento de Educación las posibilidades de que supiesen que era musulmana eran mayores y tendría que empezar a cubrirme la cabeza. Por semanas me preocupé y me inquieté por lo que debía hacer. De repente me era prioritario estar en medio de la acción, saber qué ocurriría en el hospital y estar en una posición sólida y ventajosa; sin embargo, algo me detenía. Finalmente, mi amigo jordano me sugirió que practicara dos Raka adicionales después de mi oración por la noche y que le pidiera a Dios Su orientación. Varios días hice eso pero no parecía dar resultado. Pienso que desde el comienzo supe que correspondía que fuese a Educación, pero dentro de mí se llevaba a cabo una lucha constante, temía que las personas se percataran, temía enfrentarlos y, además, constantemente se paseaban por mi mente insinuaciones de la posición ventajosa que obtendría si fuese a Recursos Humanos. Una noche, mientras leía el Corán, advertí que todas esas cosas, el dinero, el chisme, el poder, no eran significativas para mí. Nunca lo fueron. ¿Por qué de pronto se me volvieron tan atractivas? Se me ocurrió que se trataba de Shaitan intentando convencerme, pues si iba a Educación recibiría más apoyo y me integraría mejor a la religión ya que había más musulmanes en ese departamento. Fue como si una nube se hubiese disipado, tomé una determinación y no podía esperar a que llegara el día siguiente para decirle a mi jefe mi decisión. Opté por Educación, por supuesto.
Llevar el hiyab
A partir de esto las cosas marcharon rápidamente. Empecé a ir a la mezquita para orar y recibí gran apoyo en el Departamento de Educación. Pronto mi jefe (estrictamente religioso) se enteró de mi conversión y comenzó a presionarme para que cubriese mi cabeza. De modo que tuve que pensar en ello seriamente. No quería hacerlo por la razón equivocada. Quería hacerlo porque me sintiera preparada, y cuando lo supiese me lo pondría y jamás me lo quitaría nuevamente. Al tiempo, mi jefe se tomó unos días de vacaciones y dejé de sentirme presionada, aunque reflexionaba sobre ello continuamente. Discutí con mi amigo sin parar sobre llevar el hiyab y la razón de ello, aún así no me convencía.
En un fin de semana en la casa de una amiga en el complejo habitacional, conversé con unas muchachas recién llegadas. Eran muy agradables, sentí que podíamos ser amigas, y entonces pensé: “Bien, personas nuevas llegarán y esto sólo será más y más duro. Tal vez si me vieran con el hiyab desde un principio lo aceptarán y no lo cuestionarán tanto”. Decidí comenzar a llevarlo al día siguiente. Éste es un extracto de mi diario íntimo:
“Me parece que me cubriré la cabeza mañana. Una mitad de mí siente que es lo correcto, la otra mitad me grita para que no lo haga. Trato de ignorar esa otra mitad. Es tan difícil saber qué hacer. ¿Y si lo odiara luego del primer día o semana, o me diera cuenta de que cometí un error en relación a todo esto después de una semana o mes? No hay vuelta atrás, no a menos que quiera perder todo el respeto. ¿Cuándo estaré 100 % segura? ¿Alguna vez estaré más segura de lo que estoy ahora? Tengo que aprovechar esta oportunidad, debo creer que si es Dios quien lo desea, entonces lograré atravesar esto.
Ahora estoy teniendo un ataque de pánico. ¡Auxilio! ¿Creo realmente en esta religión? ¿De verdad quiero vivir así? ¿Quiero pasar todas las noches y todos los fines de semana a solas? ¡Socorro! ¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡Oh Dios! ¿Por qué es tan difícil esto? ¿Por qué soy tan miedosa? 29 años de edad y continúo actuando como un niño de 5 años. Pareciera que no logro centrarme de ninguna manera y tomar una decisión, ¿cómo es posible que siendo así haya decidido algo en el pasado? Ni siquiera soy muy buena persona, tengo que esforzarme mucho para ser aunque sea medio buena. En este instante quisiera largarme de este país, ir a una discoteca, bailar desenfrenadamente, emborracharme, gritar, aullar y cantar. ¿Puedo afrontar el resto de mi vida sabiendo que no podré tomar, no podré tener un novio y no podré salir de mi casa sin cubrirme la cabeza? Si Kate (una amiga) estuviera aquí ahora mismo la llamaría por teléfono y le pediría que me preparara un margarita. ¡Pero no está! Los demonios deben de estar trabajando tiempo extra conmigo ahora. Y las personas piensan que soy una persona sensata a quien conocieron. Te doy risa, ¿no es cierto?
Estoy decidida a hacerlo. Debo hacerlo. Por lo menos, si fuera el caso, podría entrar en razón y percatarme de que soy una tonta, –inshallah (Dios mediante) – estoy tomando la decisión correcta y tomaré el camino acertado”.
No cerré los ojos esa noche. Hasta el último instante no pensé que tendría el valor para hacerlo. Pero, justo antes de pasar por la puerta, me lo puse. Jamás miré atrás.
Fue como si todas las dudas hubiesen desaparecido. Era como si Shaitan me hubiese largado. Me sentía orgullosa, parecía caminar a diez pies encima del suelo. Quería que todos supieran que era musulmana. Estaba orgullosa de ser musulmana. Sabía que había tomado la decisión acertada y que jamás lo lamentaría. Subhan Allah [glorificado sea Dios], Él me lo facilitó.
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