Sin Dios no hay valor
Descripción: ¿Qué nos da más valor, el ateísmo o el teísmo islámico?
- Por Hamza Andreas Tzortzis (www.hamzatzortzis.com)
- Publicado 26 Aug 2019
- Última modificación 26 Aug 2019
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Todos sentimos y creemos firmemente que la vida humana tiene un valor supremo. Sin embargo, ¿podemos justificar intelectualmente este sentimiento y esta creencia no negociable que tenemos? El teísmo islámico tiene las herramientas intelectuales para justificar la veracidad de nuestro valor fundamental. A la inversa, el ateísmo parece enfrentar problemas filosóficos tremendos. En resumen, bajo el ateísmo no podemos justificar racionalmente qué es lo que define en últimas nuestra humanidad.
Lo siguiente es una breve reseña filosófica de por qué nuestro sentido de valor último tiene sentido en un contexto de creencia en Dios y no en el ateísmo. La conclusión es simple: sin Dios no ya valor, conoce a Dios y conocerás el valor.
Al igual que el ateísmo, el naturalismo filosófico niega lo divino y lo sobrenatural. Por lo tanto, no es de sorprender que la mayoría de los ateos adopten el naturalismo filosófico como cosmovisión. El naturalismo filosófico es la visión de que todos los fenómenos dentro del universo pueden ser explicados a través de procesos físicos. Estos procesos físicos son ciegos e irracionales. Los naturalistas filosóficos rechazan todas las afirmaciones sobrenaturales y algunos argumentan que, si existe algo "fuera" del universo, no interfiere en él. Según Richard Dawkins, los ateos son naturalistas filosóficos. Para Dawkins un ateo "cree que no hay nada más allá del mundo físico natural"[1]. Sin embargo, algunos académicos ateos no son naturalistas. Aunque estos ateos niegan lo divino, afirman la existencia de fenómenos intangibles. Para el teísta, relacionarse intelectualmente con este tipo de ateísmo es (en términos generales) más fácil, porque no descarta los fenómenos intangibles. En este sentido, tiene algunos puntos en común con el teísmo. Es importante anotar que la mayoría de los ateos que afirman la evidencia contra la existencia de Dios, o que argumentan que hay ausencia de evidencia sólida para lo divino, adoptan el naturalismo filosófico de manera implícita o explícita.
¿Cuál es la diferencia entre un humano y un muñeco de nieve? Esta es una pregunta seria. Según muchos ateos que adoptan una cosmovisión naturalista, todo cuanto existe es esencialmente un reordenamiento de materia, o al menos se basa en causas y procesos físicos ciegos, inconscientes.
Si es eso cierto, entonces ¿realmente importa?
Si tuviera que levantar un martillo y aplastar a un muñeco de nieve, y luego me hiciera lo mismo, según el naturalismo no habría diferencia real. Los bultos de nieve y los pedazos de mi cráneo serían simplemente reordenamientos de lo mismo: materia fría y sin vida.
La respuesta típica a este argumento incluye las siguientes afirmaciones: "tenemos sentimientos", "estamos vivos", "sentimos dolor", "tenemos una identidad", y "¡somos humanos!" Según el naturalismo, estas respuestas siguen siendo simples reordenamientos de la materia o, para ser más precisos, apenas acontecimientos neuroquímicos en nuestros cerebros. En realidad, todo lo que sentimos, decimos o hacemos puede ser reducido a los constituyentes básicos de la materia, o al menos a algún tipo de proceso físico. Por lo tanto, este sentimentalismo está injustificado si uno es ateo, porque todo ―incluyendo los sentimientos, las emociones o incluso el sentido del valor― se basa únicamente en la materia y en procesos y causas físicos.
Volviendo a nuestra pregunta original, ¿cuál es la diferencia entre un ser humano y un muñeco de nieve?, la respuesta, según la perspectiva atea, es que no hay una diferencia real, cualquier diferencia es una mera ilusión, no hay un valor fundamental. Si todo se basa en la materia y en procesos y causas físicos, entonces nada tiene un valor real a menos, claro, que uno argumente que la materia tiene valor en sí misma. E incluso si eso fuera cierto, ¿cómo podríamos apreciar la diferencia entre un ordenamiento de materia y otro? ¿Uno podría argumentar que mientras más complejo sea algo, tiene más valor? ¿Pero por qué eso sería de algún valor? Recordemos, nada ha sido diseñado ni creado a propósito, según el ateísmo. Todo se basa en procesos y causas físicos fríos, aleatorios e inconscientes.
La buena noticia es que los ateos que adoptan esta perspectiva no siguen las implicaciones racionales de sus creencias; si lo hicieran, sería deprimente. La razón por la que le atribuyen el valor último a nuestra existencia es porque sus disposiciones innatas, que han sido creadas por Dios, tienen la afinidad para reconocer a Dios y la verdad de nuestra existencia.
Desde un punto de vista islámico, Dios ha puesto una disposición innata dentro de nosotros para que reconozcamos nuestro valor y para reconocer las verdades morales y éticas fundamentales. Esta disposición se llama la fitrah en el pensamiento islámico. Otra razón por la que podemos alegar un valor máximo es porque Dios nos creó con un propósito elevado, y nos prefirió a la mayoría de Su creación. Tenemos valor porque Aquel que nos creó nos ha dado valor.
"He honrado a los hijos de Adán y les he facilitado los medios para viajar por la tierra y por el mar, les he proveído de todo lo bueno y los he favorecido sobre muchas otras criaturas" (Corán 17:70).
"¡Señor nuestro! No has creado todo esto sin un sentido" (Corán 3:191).
El Islam valora todo lo bueno y a quienes aceptan la verdad. Contrasta a aquellos que obedecen a Dios y, por lo tanto, hacen el bien, con aquellos que son desafiantemente desobedientes y, por lo tanto, hacen el mal.
"¿Acaso el creyente y el pecador son iguales? No lo son" (Corán 32:18).
Dado que el naturalismo rechaza el Más Allá y toda forma de justicia divina, premia al criminal y al pacificador con el mismo final: la muerte. Todos hallaremos el mismo destino. Entonces, ¿qué valor último tienen las vidas de Hitler o de Martin Luther King Jr. en realidad? Si sus finales son el mismo, entonces ¿qué valor real nos da el ateísmo? No mucho en verdad.
Sin embargo, en el Islam, el final de aquellos que adoran a Dios y son compasivos, honestos, justos, amables y perdonadores se contrasta con el fin de aquellos que persisten en su maldad. La morada del bueno es la felicidad eterna, y la morada del malo es la alienación divina. Esta alienación es la consecuencia de negar conscientemente la misericordia y la guía de Dios, lo que inevitablemente resulta en angustia y tormento espiritual. Claramente, el Islam nos da el valor último; sin embargo, bajo el ateísmo, el valor no puede ser justificado racionalmente, excepto como una ilusión en nuestras cabezas.
A pesar de la fuerza de este argumento, algunos ateos todavía se oponen. Una de sus objeciones se relaciona con la siguiente pregunta: ¿Por qué Dios nos da el valor último? La respuesta es simple: Dios creó y trasciende el universo, y Él tiene conocimiento y sabiduría ilimitados, Sus nombres incluyen El Conocedor y El Sabio; por lo tanto, lo que Él valora es universal y objetivo. Otra forma de verlo es entender que Dios es el Ser absolutamente perfecto, lo que significa que Él está libre de toda deficiencia y defecto; por lo tanto, se deduce que Él valora de forma objetiva y definitiva, porque Su objetividad es una característica de Su perfección.
Otra objeción sostiene que, incluso si aceptáramos que Dios nos da el valor último, este aún sería subjetivo, ya que estaría sujeto a Su perspectiva. Esta afirmación se basa en una mala interpretación de lo que significa subjetividad. Esta se aplica a los sentimientos o la mente limitados de un individuo. Sin embargo, la perspectiva de Dios se basa en un conocimiento y una sabiduría ilimitados, Él lo sabe todo y nosotros no. El erudito clásico Ibn Kazir afirmó que Dios tiene la totalidad de la sabiduría y del conocimiento, mientras que nosotros tenemos sus particularidades. En otras palabras, Dios tiene la imagen completa y nosotros solo un píxel.
Seyyed Hossein Nasr, profesor de Estudios Islámicos en la Universidad George Washington, ofrece un resumen acertado del concepto de derechos humanos y dignidad (lo que en últimas se refiere a valor) en ausencia de Dios:
"Antes de hablar de responsabilidades o derechos humanos, uno debe responder a la pregunta y filosófica básica: ‘¿Qué significa ser humano?’ En el mundo actual todo el mundo habla de derechos humanos y del carácter sagrado de la vida humana, y muchos secularistas incluso afirman que son verdaderos campeones de los derechos humanos en contra de quienes aceptan varias cosmovisiones religiosas. Pero, por extraño que parezca, a menudo esos mismos campeones de la humanidad creen que los seres humanos no son más que monos evolucionados, que a su vez evolucionaron de formas de vida inferiores y, en última instancia, de diversos compuestos de moléculas. Si los seres humanos no son más que el resultado de ‘fuerzas ciegas’ actuando sobre la sopa cósmica original de moléculas, entonces ¿no es la afirmación misma de la sacralidad de la vida humana algo intelectualmente sin sentido, y una expresión sentimental y hueca? ¿No es la dignidad humana nada más que una noción convenientemente ideada sin base alguna en la realidad? Y si no somos más que partículas inanimadas organizadas, ¿cuál es la base para reclamar unos "derechos humanos"? Estas cuestiones básicas no conocen límites geográficos, y las hacen en todas partes las personas que razonan"[2].
Tomado y adaptado del libro La realidad divina: Dios, Islam y el espejismo del ateísmo.
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