Sura 49, aleyas 11 a 13: Un código de vida
Descripción: Tres breves aleyas explican las necesidades de una comunidad funcional de creyentes.
- Por Aisha Stacey (© 2018 IslamReligion.com)
- Publicado 23 Jul 2018
- Última modificación 23 Jul 2018
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"¡Oh, creyentes! No se burlen unos de otros, porque pudiera ser que los que son blancos de las burlas sean mejores que los que se están burlando. Que las mujeres no se burlen de otras mujeres, porque es posible que las que son el blanco de las burlas sean mejores que las que se burlan. No difamen ni pongan apodos ofensivos. ¡Qué malo es comportarse como un corrupto luego de haber sido agraciado con la fe! Quienes no se arrepientan… esos son los injustos. ¡Oh, creyentes! Eviten sospechar demasiado [de la actitud de los demás] pues algunas sospechas son un pecado. Y no se espíen ni hablen mal del ausente, porque es tan repulsivo como comer la carne muerta de su hermano. ¿Acaso alguien desearía hacerlo? Por supuesto que les repugnaría. Tengan temor de Dios, porque Dios es Indulgente, Misericordioso. ¡Oh, seres humanos! Los he creado a partir de un hombre y de una mujer, y los congregué en pueblos y tribus para que se reconozcan los unos a los otros. El mejor de ustedes ante Dios es el de más piedad. Dios todo lo sabe y está bien informado de lo que hacen". (Corán 49: 11-13)
Este artículo discute tres versículos esenciales del capítulo 49, "Las moradas". Esta sura fue revelada en Medina y, al igual que la mayoría de las suras medinenses, trata principalmente de establecer a la incipiente comunidad musulmana. Estas aleyas son un intento por enseñarles buenos modales a los primeros musulmanes, modales que beneficien a los creyentes que viven en una sociedad unida. El final de las tres aleyas advierte a los creyentes que se mantengan alejados de un comportamiento que podría considerarse nacionalista o tribalista.
Las dos primeras aleyas aquí comienzan con un término cariñoso, Dios se dirige a las personas como creyentes. Dice: "¡Oh, creyentes!". Luego, Dios dice que está prohibido que un grupo de creyentes ridiculice o se burle de otro grupo. Dios menciona en específico a las mujeres, pero se entiende que podría ser cualquier grupo. Los musulmanes son una familia y todos tienen derecho al respeto y la dignidad. La integridad de una persona debe ser valorada, tanto en su presencia como en su ausencia. La gente que es ridiculizada u objeto de burlas puede ser muy respetada por Dios. Y a los ojos de Dios quienes son difamados pueden ser mejores que quienes hacen burla de ellos.
Parte de la burla y la difamación es llamar a una persona por un nombre que no le gusta o un nombre que sugiere falta de respeto. Es importante para una persona tener un "buen" nombre, no uno que traiga a la mente cualidades desfavorables. Los apodos, si se usan, no deben sugerir ni causar risa ni burla. El Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) cambió los nombres de algunos de sus compañeros, y en algunos casos eso fue porque sus nombres o apodos podían causar dolor a las personas involucradas. Él cambió el nombre de una mujer llamada ‘Asia y le puso de nombre Yamila, que significa hermosa. ‘Asia es la forma femenina de ‘Asi, que significa desobediente. El Profeta Muhammad señaló que enfatizaba una cualidad asociada con ser rebelde o rechazar la fe[1]. Los creyentes son luego advertidos de que podrían perder la cualidad deseable de la devoción si no muestran respeto hacia los demás. Participar en la burla o la ridiculización de alguien no es un acto apropiado para un creyente.
Estos versículos esenciales establecen normas para una comunidad bien educada. Fueron revelados para educar a la primera comunidad musulmana, a fin de que fuera una comunidad basada en la noble palabra de Dios. Esta comunidad siempre sería vista como un ejemplo de cómo deben comportarse entre sí los miembros de una comunidad de creyentes. Se espera que los creyentes eviten sospechar uno del otro sin ningún motivo, y que no comiencen a formar opiniones sobre los demás basadas en sospechas, ni alberguen sospechas sobre personas cuya condición aparente muestra que son buenas y nobles. Dios luego instruye a los creyentes que no se espíen unos a otros. Espiarse puede ser una acción que surge de la sospecha o algo completamente separado. Esto incluye escarbar en los secretos de la gente y buscar sus defectos y debilidades. Esto debe evitarse porque es una búsqueda vil y va en contra del alto código de conducta moral que Dios espera de los creyentes.
Las personas tienen derecho a tener su libertad y su privacidad. Sus derechos no deberían ser violados ni usurpados. En los primeros días del Islam, un hombre quería llamar a la autoridad en contra de sus vecinos porque sospechaba que ellos bebían alcohol. Se le dijo que no lo hiciera, sino que más bien los aconsejara y advirtiera[2]. La persona que le dijo que no llamara a la autoridad había escuchado al Profeta Muhammad decir que aquel que oculta las faltas de un creyente es como la persona que rescata a una bebé que había sido enterrada viva[3]. No alimentar sospechas ni espiar es una barrera que protege los derechos y libertades de las demás personas. Otro de los compañeros del Profeta Muhammad dijo que se debe tomar a las personas con base en lo que es aparente, y evitar espiar las cosas que Dios mantiene ocultas.
A continuación, sigue la orden de Dios que prohíbe la murmuración, y la presenta de una forma que no deja dudas sobre la naturaleza vil de este pecado. El chisme es descrito como comer la carne de tu hermano muerto. Esto es algo que haría que la gente sintiera repulsión y se mantuviera alejada de ello. Así es como Dios espera que manejemos el chisme. Se les dice a los creyentes que sean conscientes de Dios y que se arrepientan.
Dios entonces se dirige a toda la humanidad, todas las razas, todos los grupos étnicos y todos los colores y sociedades. Les recuerda que todos comparten un único origen, una mujer y un hombre. Por lo tanto, no se deben dividir en líneas raciales y étnicas. Dios le informa a la humanidad la razón de las diferencias y que, contrario a la repetida conducta de los seres humanos, no es para causar conflicto ni enemistad. Su propósito es el de conocernos y regocijarnos en las diferencias y similitudes que nos hacen a todos distintos pero muy parecidos. Los lazos fanáticos de raza, tribu, clan, familia y patria no tienen lugar en el corazón del creyente.
Solo hay una cosa que determina el valor de una persona: la piedad. Dios determina el valor de una persona con base en sus creencias, su moral y sus modales; no en el color de su piel ni en su ascendencia o linaje.
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