Shannon Abulnasr, excristiana, Estados Unidos (parte 3 de 3)
Descripción: En esta parte de su historia de conversión, Shannon nos relata cómo se convirtió y cómo se siente acerca de quienes tuvieron la oportunidad de compartir con ella el conocimiento del Islam, pero simplemente la ignoraron.
- Por Shannon Abulnasr
- Publicado 15 May 2017
- Última modificación 15 May 2017
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Me senté y conversé con la Dra. Yamila durante varias horas en su oficina en el Centro Islámico de Irving. Lloré todo el tiempo que estuve ahí, la Dra. Yamila también lloró, y cuando le pregunté por qué lloraba, me dijo que se sentía como si se estuviera viendo a sí misma, porque teníamos problemas similares en nuestras vidas, y muchas cosas iguales en nuestros pasados. Pero mientras estuve allí, mis sentimientos emocionales que me hacían llorar se convirtieron en emociones diferentes, me di cuenta de que mis emociones se habían calmado y realmente me sentí en paz. Descubrí eso cuando ella tuvo que dejar la oficina para ocuparse de otra cosa. Yo estaba pensando que era muy extraño conocer a una mujer como ella por mero "azar", y que estaba destinado para mí el conocerla a ella en particular, entre toda la gente. Ella era una mujer musulmana estadounidense con una historia similar a la mía. En retrospectiva, ahora estoy segura de que nadie hubiera podido entender mis problemas y mi situación como lo hizo ella, porque ella había pasado por muchas cosas similares a las que yo había experimentado. Salí de inmediato y la encontré en la recepción de la mezquita, hablando sobre su hija con un profesor de la escuela, y en ese momento le dije que quería hacerme musulmana. Cuando le dije eso, ella sonrió ampliamente y después de entregarme un hiyab y ayudarme a ponérmelo, me pidió que la acompañara. Me llevó a un salón de clases donde había un grupo de 30 o 40 niños, entre los 5 y 10 años de edad, y le dijo al profesor que yo quería hacerme musulmana y que había pensado que sería bueno tener a los niños como testigos. Ella le pidió que me recitara la Shahada. Estuve llorando antes, durante y después de recitar la Shahada, y estaba sobrecogida de sentimientos y felicidad. Desbordaba tantas lágrimas que veía todo borroso, pero entonces un niño de unos seis años de edad se levantó y vino hacia mí, y me dijo que no debería llorar porque no solo había encontrado una nueva religión, sino una hermosa forma de vida. Subhana Al‑lah. ¡Lloro de recordarlo! Ese niño, in sha Al‑lah, crecerá para convertirse en un hombre piadoso. Me gustaría recordar quién era ese niño.
En ese momento, lo único que sabía del hombre que me ayudó a recitar mi Shahada es que era un profesor. Varios meses después, descubrí que era el profesor de Corán en la escuela coránica de la mezquita. Ese hombre era el Shaij Abdelkarim Edghouch. Después de mi conversión, comencé a tomar clases en la mezquita y a asistir a las oraciones. Comencé a vestir hiyab, y el resto es historia.
Otra cosa interesante es que ese día sentí que había sido guiada directamente hacia la Dra. Yamila en más de un sentido. La mujer en el teléfono me dio el número telefónico sin decirme que era el de una mezquita. Además, siempre que uno llama al Centro Islámico de Irving, contesta una máquina con un menú automático preguntándote con quién quieres hablar. Ese día en que yo llamé, no apareció ese mensaje, fui dirigida directamente a la Dra. Yamila, y hasta el día de hoy no he podido descifrar cómo ocurrió eso. Solo Al‑lah sabe lo que yo habría hecho o dejado de hacer si me hubiera respondido una contestadora automática, o peor aún, si no hubiera recibido respuesta ese día. Subhana Al‑lah.
Hoy me siento agradecida con Al‑lah por haberme dado las señales del camino para hallarlo. Me siento avergonzada de haber estado perdida tanto tiempo. Ahora, miro atrás y veo a todos los musulmanes que conocí antes de la Dra. Yamila, y me doy cuenta con tristeza de que ellos tenían mucho por compartir conmigo, pero fueron egoístas, perezosos y tacaños, y no se tomaron el tiempo de enseñarme sobre el Islam. Que Al‑lah tenga misericordia de ellos.
Muchos musulmanes tuvieron la oportunidad de compartir esta hermosa religión conmigo, pero prefirieron no tomarme en serio. ¡Si solo supieran! Al‑lah es el Único que conoce el corazón de una persona y sus intenciones, y es Quien guía. Así que, si alguien te pregunta alguna vez cualquier cosa sobre el Islam, dile todo lo que sepas. Si te hacen preguntas que parecen "tontas" o incluso "estúpidas", no las ignores, pues puede que te estén indagando con seriedad sobre el Islam. Algunas personas no son buenas expresándose, pero no tienen intención de ser rudas ni de insultar. Simplemente son ignorantes en el tema y no saben cómo preguntar. Muchos musulmanes se ofenden con facilidad cuando un no musulmán les hace preguntas, y no quieren hablar más con esta persona debido a que se sienten irrespetados. Esto me ha pasado a mí, incluso después de mi conversión. No tenía intención de ser ofensiva, era simple ignorancia sobre el tema. Piénsalo, si no sabes nada sobre algo, no sabes si estás siendo ofensivo al respecto. Recuerda esto cuando estés hablando con un no musulmán, porque tu reacción a su curiosidad podría ser lo que los aleje del Islam.
Gracias por tomarte el tiempo para leer mi historia. Ruego a Al‑la que nos guíe a todos y nos proteja de caer en la incredulidad.
Amín.
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