Shannon Abulnasr, excristiana, Estados Unidos (parte 2 de 3)

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Descripción: En esta parte de la historia de su conversión, Shannon relata cómo un par de eventos asombrosos la trajeron al Islam.

  • Por Shannon Abulnasr
  • Publicado 08 May 2017
  • Última modificación 14 May 2017
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Pobre Mejor

Por desgracia, una noche en que salí de fiesta, estuve bebiendo y estaba alcoholizada. Comencé a manejar el auto de regreso a casa, pero tuve que detenerme en la tienda de un amigo hindú (alguien diferente al de la primera parte de mi historia), pues sentí que ya no podía conducir de modo seguro. Mi amigo no estaba allí, pero su empleado estaba fuera. No recuerdo haber tenido ninguna conversación, pero según me contó mi amigo, aparentemente yo estuve hablando con su empleado (también hindú). No podía creer nada de lo que me contaban que yo había dicho y hecho. Este empleado dijo que me vio de pie fuera de mi carro, así que se acercó para preguntarme qué pasaba y yo ni me di cuenta de que él estaba ahí, mucho menos de que me hablaba. Me dijo que entonces se acercó a mí, y yo estaba llorando y hablando en árabe. Le pregunté cómo podía saber que hablaba en árabe si él no sabía árabe, y me respondió que me escuchó decir Bismil-lahi Rahmani Rahim, y él sabía que eso era árabe. Sin embargo, no tenía idea qué significaba. Yo no sabía nada de árabe tampoco. Y ya que ninguno de nosotros sabía lo que significaba, simplemente seguí con mi vida y no pensé mucho en ello. Supuse que realmente no tenía idea de lo que me decía.

Pasó el tiempo y no sucedió nada en realidad, pero un día, tal vez un mes después o algo así, estaba pensando acerca de esa noche y miré el Corán que me habían regalado, que estaba totalmente en árabe, y quise saber qué decía. Así que, por mera curiosidad, salí y compré una traducción del Corán al inglés que incluía una transliteración del texto árabe. Abrí la primera página y comencé a leer, me tomó un momento darme cuenta de que era la transliteración, pero cuando traté de leerla, casi me desmayo cuando me escuché a mí misma diciendo "Bismil-lahi Rahmani Rahim". La primera línea del Corán comienza con Bismil-lahi Rahmani Rahim. Quedé anonadada debido a que recordé que el empleado de mi amigo hindú afirmó que yo había pronunciado esas palabras exactas. Comencé a pensar mucho en ello. ¿Cómo podría yo haber dicho esas palabras si no sabía qué eran ni en qué idioma estaban? Jamás las había escuchado antes. En ese momento decidí comenzar a aprender más sobre el Islam, porque lo ocurrido era demasiado extraño. Sentía que esa era una señal de Al‑lah para mostrarme la verdad y cambiar mi rumbo.

Comencé a estudiar un poco aquí y allá, y apenas supe que eso era realmente en lo que creía. No sabía en realidad cómo convertirme, pero ya estaba en mi corazón. Conocí algunos musulmanes en Dallas, pero todos eran hombres. No conocí a ninguna musulmana. Les pedí a mis amigos musulmanes que me llevaran a la mezquita, porque nunca había estado en una y aunque quería ir, no quería hacerlo sola. Todos ellos me dijeron que no podían llevarme y no entendí por qué. Dijeron que tendrían que encontrar a una mujer para que me llevara, pero nadie me tomó en serio. Entonces les pedí que me enseñaran cómo rezar, y ocurrió lo mismo, nadie me tomó en serio.

Pasó más tiempo, y a fines de 2005 había comprado un restaurante, pero durante la primavera de 2006 fui estafada por una persona que estaba tratando de robarme mi restaurante, debido a que no quería vendérselo. Eso fue totalmente devastador para mí porque estaba perdiendo todo aquello por lo que había trabajado muy duro, y no podía detener al hombre que estaba tratando de robarme. Estaba sufriendo un colapso nervioso un día, debido a que tenía otros problemas que agravaban mi agonía. Me la pasé llorando todo el día y quise hablar con un consejero profesional. No fui a mi restaurante ese día, y me quedé en casa debido a que estaba en una montaña rusa emocional, entre las lágrimas y el enojo. Sabía que, si no hablaba con alguien, podría hacerme daño o incluso matarme, porque todos mis problemas se habían acumulado hasta ser en extremo abrumadores. En el fondo pensaba que estaba mal suicidarme, creía que yo era creación de Dios, pero no sabía qué hacer. Le pedí a Dios que, por favor, me mostrara qué quería Él que hiciera, porque estaba perdida y no podía hallar mi camino, pues sabía que no podría superar esa situación por mí misma.

Tomé el directorio telefónico y llamé a las oficinas de muchos psicólogos y psiquiatras, pero ninguno podía verme sin una cita previa, y aún si hacía una cita, la más cercana estaba a más de un mes de distancia. Nadie estaba disponible para hablar por teléfono conmigo tampoco. Le dije a una secretaria que contestó el teléfono en una de esas clínicas, que si no hablaba de inmediato con alguien podría hacer algo peligroso, pues ya había llegado a mi límite. Me dio un número para que llamara allí y me dijo que alguien me daría consejo por teléfono, no me dijo a qué correspondía ese teléfono, pensé que era solo una línea caliente. Llamé, y una mujer de nombre Yamila contestó de inmediato, yo no sabía a qué compañía u organización pertenecía ella y tampoco le pregunté, porque ella me atendió enseguida. Me preguntó si podía ir a su oficina ese mismo día y le dije que sí, y le pedí indicaciones para llegar. Me di cuenta de que ella me dio la dirección de una mezquita, le pregunté si eso era correcto, y me respondió de manera afirmativa, informándome que ella trabajaba allí. Yo estaba muy nerviosa de ir sola, y le pregunté si podía encontrarse conmigo afuera, lo que en efecto hizo. De nuevo, estaba sorprendida por la cadena de eventos que me llevó una vez más al Islam. Subhana Al‑lah.

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