Philobus, Sacerdote egipcio copto y misionero (parte 1 de 2)
Descripción: Un sacerdote que en un momento difundió conceptos errados acerca del Islam acepta el Islam. (Parte 1).
- Por Ibrahim Khalil Philobus
- Publicado 02 Mar 2009
- Última modificación 02 Mar 2009
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Al-Hayy Ibrahim Khalil Ahmad, anteriormente Ibrahim Khalil Philobus, era un sacerdote copto egipcio que estudió teología y obtuvo un alto grado de la Universidad de Princeton. Estudió el Islam para encontrar algo con que atacarlo; en cambio terminó abrazando el Islam con sus cuatro hijos, uno de los cuales es ahora un brillante profesor de la Universidad Sorbonne, en París, Francia. En un modo interesante, se revela a si mismo diciendo:
“Nací en Alejandría el 31 de enero de 1919 y fui enviado a las escuelas de Misión Americana hasta que obtuve allí mi certificado de educación secundaria. En 1942 obtuve mi diploma de la Universidad Asiut y me especialicé en los estudios religiosos como preludio para unirme a la Facultad de Teología. No fue una tarea fácil unirme a la facultad, ya que ningún candidato podía unirse a no ser que tuviese una recomendación especial de la iglesia, por lo tanto, después de pasar una cantidad de exámenes. Obtuve la recomendación de la Iglesia Al-Attarin en Alejandría y otra de la Asamblea de Iglesias de Egipto después de pasar muchas pruebas para saber mis calificaciones para convertirme en un hombre de religión. Luego obtuve una tercera recomendación de la Asamblea de la Iglesia del Sínodo que incluía sacerdotes de Sudán y Egipto.
El Sínodo dictaminó mi entrada en la facultad de teología en 1944 como un estudiante pensionado. Allí estudié con profesores norteamericanos y egipcios hasta mi graduación en 1948.
Se suponía, continuó, que iría a Jerusalén, si no hubiese sido por la Guerra en Palestina ese mismo año, entonces fui a Asna en el norte de Egipto. El mismo año me registré para una tesis en la Universidad Norteamericana del Cairo. Era acerca de las actividades misioneras entre los musulmanes. Mi encuentro con el Islam comenzó en la facultad de teología donde estudié el Islam y todos los métodos por los cuales podríamos sacudir la fe de los musulmanes y proponer conceptos errados de la comprensión de su propia religión.
En 1952 obtuve mi título de la Universidad de Princeton en USA. Y me designaron profesor de la facultad de teología en Asiut. Enseñaba Islam en la facultad también así como también los falsos conceptos desparramados por sus enemigos y los misioneros en contra de él. Durante este período, decidí ampliar mis estudios acerca del Islam para no leer solo los libros de los misioneros. Me tenía tanta fe que decidí leer el otro punto de vista. De este modo comencé a leer libros escritos por autores musulmanes. También decidí leer el Corán y comprender su significado. Esto debido a mi sed de conocimiento y por mi deseo de sumar más pruebas en contra del Islam. El resultado fue, sin embargo, exactamente el contrario. Mi posición comenzó a temblar y comencé a sentir una fuerte lucha interna, y descubrí la falsedad de todo lo que había estudiado y predicado a la gente. Pero no pude enfrentarme a mi mismo y por el contrario intenté sobreponerme a esta crisis interna y continué con mi trabajo.
En 1954, fui enviado a Aswan como secretario general de la Misión Suizo Alemana. Esta era solo mi posición aparente, ya que mi misión real era predicar en contra del Islam en Egipto especialmente entre los musulmanes. Una conferencia misionera se desarrollé en ese momento en el Hotel Catarct en Aswan, y tuve la oportunidad de hablar. Ese día hablé demasiado, reiterando todos los errores en contra del Islam; y al final de mi discurso, percibí nuevamente una crisis interna y comencé a revisar mi posición.
Continuando su charla acerca de la crisis, el Sr. Khalil dijo: “Comencé a preguntarme a mi mismo: ¿Por qué debería decir todas estas cosas que sé que son mentiras? Dejé la conferencia antes de que finalice y me retiré a mi hogar. Estaba completamente aturdido. Caminando por el jardín Firyal, escuché un verso del Corán en la radio. Decía:
“Diles [a los hombres ¡Oh, Muhámmad!]: Me ha sido revelado que un grupo de genios dijeron al escuchar [la recitación del Corán]: Por cierto que hemos oído una recitación maravillosa que guía al sendero recto. Creemos en él [el Corán] y no asociaremos coparticipes a nuestro Señor.” (Corán 72:1-2)
“Y cuando oímos la guía creímos. Y quien crea en su Señor no tendrá que temer daño alguno ni injusticia.” (Corán 72:13)
Sentí un fuerte consuelo esa noche, y cuando regresé a mi hogar pasé la noche entera solo en la biblioteca leyendo el Corán. Mi esposa me preguntó porque lo había hecho y le pedí que me dejara en soledad. Pasé un largo tiempo pensando y meditando el verso:
“Si hubiéramos hecho descender este Corán sobre una montaña, la habrías visto temblar y derrumbarse por temor a Dios. Así exponemos a los hombres los ejemplos para que reflexionen.” (Corán 59:21)
Y el verso:
“Encontrarás que los peores enemigos de los creyentes son los judíos y los idólatras, y los más allegados a ellos en afecto son quienes dicen: Somos cristianos. Esto es porque entre ellos hay sacerdotes y monjes [sabios y desapegados], y por que no son soberbios. Y cuando oyen lo que le ha sido revelado al Mensajero ves que sus ojos se inundan de lágrimas porque reconocen la Verdad. Dicen: ¡Señor nuestro! Creemos, cuéntanos pues, entre quienes son testigos [de la Verdad]. ¿Y por qué no habríamos de creer en Dios y en lo que nos ha llegado de la Verdad si anhelamos que nuestro Señor nos introduzca [al Paraíso] con los justos?” (Corán 5:82-84)
El Sr. Khalil luego comentó una tercera acotación del Sagrado Corán que dice:
“Aquellos que siguen al Mensajero y Profeta iletrado [Muhámmad], quien se encontraba mencionado en la Tora y el Evangelio, que les ordena el bien y les prohíbe el mal, les permite todo lo beneficioso y les prohíbe lo perjudicial, y les abroga los preceptos difíciles que pesaban sobre ellos [la Gente del Libro]; y quienes crean en él, lo secunden, defiendan y sigan la luz que le ha sido revelada [el Corán] serán quienes tengan éxito. Di: ¡Oh, hombres! En verdad soy el Mensajero de Dios para todos vosotros. A Él pertenece el reino de los cielos y de la Tierra; no hay más divinidad que Él, da la vida y la muerte; creed pues, en Dios y en Su Mensajero y Profeta iletrado, quien cree en Dios y en Sus palabras [todos los Libros revelados anteriormente], y seguidle, pues así os encaminaréis.” (Corán 7:157-158)
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