Las señales de Dios están por todas partes (parte 1 de 2)
Descripción: Dios solo puede ser reconocido al reflexionar sobre Su creación. Esta primera parte discute las señales en el cosmos y en la Tierra, y cómo todo funciona en completa armonía. Cualquier cosa hecha por el hombre, por pequeña que sea, no está exenta de problemas y defectos.
- Por propheticguidance.co.uk
- Publicado 01 Mar 2016
- Última modificación 29 May 2016
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Este mundo tiene un Dios. Él es su Creador y Señor. La mayor prueba de la existencia de Dios es el mundo mismo, que se extiende a nuestro alrededor en toda su vastedad y complejidad, dando testimonio de la existencia de un gran Dios, Quien, en Su infinito poder, lo controla. Si no tuviéramos más opción que creer en el mundo, no tendríamos más opción que creer en Dios también, pues el mundo no tendría sentido si no aceptamos la existencia de un Hacedor y Amo junto con él. Miremos la forma tan exquisita con que el mundo ha sido configurado. ¿Cómo podría ser así si no hubiera un Creador? Miremos el orden perfecto que en él se mantiene. ¿Podría ser así si nadie lo controlara? La respuesta, por supuesto, es que no podría ser. La verdad es que, así como el ser humano está obligado a creer en el mundo que lo rodea, también está obligado a creer en Dios.
Supongamos que ponemos un guijarro en el torno de un alfarero y luego giramos el volante muy rápido. El guijarro, por supuesto, saldrá volando, a pesar de que el torno de un alfarero difícilmente puede alcanzar una velocidad de 40 Km/h. Ahora, pensemos por un momento que la Tierra en que vivimos también está girando, pero a una velocidad mucho mayor que el torno del alfarero, y aun así no salimos volando. La Tierra gira sobre su eje a una velocidad de 1.600 Km/h, mucho más rápido que el avión de pasajeros promedio, y sin embargo nos movemos por su superficie y vivimos nuestras vidas diarias sin ningún temor de ser expulsados como el guijarro del torno del alfarero. Esto en sí mismo es un milagro. La explicación que los científicos le dan a esto es que la Tierra nos empuja con mucha fuerza desde abajo, mientras que la presión atmosférica sobre nosotros nos presiona contra el suelo. Una fuerza que nos atrae desde abajo y una delgada capa de aire de 800 Km de espesor que nos envuelve, son en sí mismas milagro suficiente, y decir que ellas explican el que no seamos expelidos hacia el espacio es darle todavía mayor crédito a la naturaleza milagrosa de nuestro mundo.
De hecho, todo en este mundo es un milagro. Solo pensemos en lo que ocurre cuando ponemos pequeñas semillas en el suelo. El suelo en el que son plantadas es uniforme en constitución, pero de él surge una gran diversidad de plantas: rábanos, zanahorias, nabos, guayabas, mangos, plantas de mostaza… Cada planta tiene su apariencia, sabor y fragancia distintivos y, de acuerdo con su especie, le brinda ciertos beneficios a la humanidad.
En todo nuestro entorno, un mundo entero de diversidad y proporciones milagrosas se extiende ante nuestros ojos. Por otra parte, en cada instante, una gran variedad de formas de vida está continuamente entrando en existencia, sin ninguna ayuda del ser humano. Incluso si todos los seres humanos en este mundo se unieran, no podrían crear ni siguiera un pequeño grano de arena. Todo esto equivale a un milagro de proporciones tan sorprendentes, que las palabras nos faltan para describirlo. Cuando tratamos de hacerlo, solo lo degradamos, porque somos incapaces de hacerle justicia con palabras humanas. Todo lo que podemos hacer es mirar maravillados y preguntarnos: "Además de Dios, ¿qué podría haber manifestado semejante milagro?".
Todo en este mundo está hecho de átomos. En su análisis final, todo objeto es una colección de estas partículas diminutas. Y, sin embargo, por algún milagro extraño, cuando estos átomos se unen en ciertas proporciones, forman el deslumbrante globo solar; y cuando los mismos átomos se unen en otro lugar en proporciones distintas, fluyen en cascadas; mientras que en otros lugares toman el lugar de brisas sutiles o de suelo fértil. Todas estas cosas están hechas de los mismos átomos, pero la naturaleza y las propiedades de cada objeto separado son muy distintas.
Este mundo milagroso le proporciona a la humanidad recursos infinitos que esta pone a buen uso cada vez que aprende a aprovecharlos. Suministros masivos que le proporcionan todo lo que necesita para vivir son acumulados de manera continua, y el hombre mismo tiene que hacer muy poco para utilizarlos. Tomemos por ejemplo la comida que comemos, solo tenemos que estirar la mano para obtener cantidades enormes de nutrientes valiosos. Una vez los tiene en su poder, la persona solo tiene que mover las manos y la mandíbula para que el alimento llegue a su estómago. Y luego, sin ningún esfuerzo de su parte, la comida es absorbida por el cuerpo y convertida en carne, sangre, huesos, uñas, cabello y otras partes del cuerpo humano.
Otro ejemplo es el petróleo, un fenómeno terrestre; todo lo que tiene que hacer el ser humano es extraerlo del suelo, refinarlo y ponerlo en sus máquinas y, de manera sorprendente, el combustible líquido mantiene todo el mecanismo de su civilización funcionando sin problemas. Innumerables recursos de este tipo han sido creados en este mundo, y existen en cantidades suficientes para satisfacer las necesidades de la humanidad. El papel del hombre en hacer que estas cosas existan o en cambiarlas a una forma útil, es relativamente pequeño. Gracias a ello, con un esfuerzo mínimo tiene sus ropas, casas, muebles, máquinas, vehículos y todos los demás componentes y accesorios de su civilización. ¿Estos hechos no son prueba suficiente de que existe un Hacedor y un Señor del mundo?
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