Melech Yacov, exjudío, Estados Unidos (parte2 de 2)
Descripción: En la universidad, Melech estudia varias filosofías y se involucra en la política de izquierda, solo para dejarla más adelante, pero manteniéndose en apoyo a la Causa Palestina. Después del 11 de septiembre, su amplitud de mente le permite tamizar tanta propaganda; y después de leer el Corán, finalmente encuentra la verdad que estaba buscando.
- Por Melech Yacov
- Publicado 08 Jul 2013
- Última modificación 08 Jul 2013
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Estaba embelesado con la cultura de los indígenas norteamericanos y su valentía al enfrentar a los conquistadores y colonos blancos que robaron sus tierras. Los indígenas tenían más de 250 tratados que los blancos rompieron con ellos, y a ellos les fueron entregadas las peores franjas de tierra, las que nadie quería. La historia de los indígenas es similar a la de los palestinos. Los primeros palestinos vivieron en Palestina durante miles de años, y de repente, los judíos los reemplazaron, obligando a los nativos a vivir en campos de refugiados. Les pregunté a mis padres en qué se diferenciaban los palestinos de los indígenas, y solo respondieron que “ellos quieren matar a todos los judíos y lanzarlos al mar”. Mi entendimiento del pueblo palestino me puso por encima de cualquier judío, de sus líderes y rabinos a quienes una vez vi como hombres sabios. ¿Cómo podría cualquier buen judío negar que los palestinos fueron asesinados y expulsados de su tierra para invadirla con asentamientos judíos? ¿Qué puede justificar este acto de limpieza étnica? ¿Acaso el hecho de que muchos judíos murieron en el holocausto? ¿O es porque la Biblia dice que esa es “nuestra” tierra? Cualquier libro que justifique tal cosa sería inmoral y, por lo tanto, no podría provenir de Dios.
Cuando entré a la secundaria, me interesé en filosofía y leí a muchos de los pensadores del pasado. Dediqué mucho tiempo con buenos amigos que leían filosofía y que caminaron conmigo por los caminos llenos de baches hacia la verdad. Uno de los filósofos que tuvo impacto en mí fue el judío Baruch Spinoza. Spinoza fue un estudiante del Talmud en el siglo XVII, quien cuestionó todo lo que se le había enseñado, como la creencia en la vida después de la muerte, una creencia que no aparece por ninguna parte en la Tora. De hecho, muchos de los primeros judíos no tenían esa creencia. Spinoza fue expulsado de la comunidad judía por sus puntos de vista. Disfruté leyendo sus opiniones sobre la Biblia que, según él, no podía ser tomada literalmente sin un montón de contradicciones y problemas.
Luego leí dos libros importantes que barrieron por completo con cualquier pizca de simpatía que me hubiera quedado por el judaísmo. El primero se titulaba “La cuestión judía”, de Abram León. León fue un organizador comunista clandestino en Bélgica durante la Segunda Guerra Mundial, y después fue capturado y murió en Aushwitz. Su libro respondió la pregunta del millón: ¿Por qué los judíos han sobrevivido tanto tiempo? Él hace un relato histórico espléndido de los judíos desde la antigüedad hasta la era moderna, y muestra que su supervivencia no ha sido un asunto milagroso en modo alguno. En palabras de Karl Marx: “No ha sido a pesar de la historia que han sobrevivido los judíos, sino gracias a ella”. En primer lugar, él muestra cómo gran parte de la comunidad judía abandonó Israel por voluntad propia antes de la destrucción de Jerusalén. Luego, explica que los judíos eran valiosos para los reyes y nobles del medioevo debido a su condición de intermediarios. Luego muestra cómo durante el proceso de la acumulación capitalista, el estatus de los judíos finalmente tuvo un revés y luego comenzaron a ser perseguidos por su usura.
El segundo libro que me afectó profundamente se llama “¿Quién escribió la Biblia?”, de Elliot Freedman, quien retoma la tarea histórica de Spinoza. El libro prueba que la Tora, como parte de la biblia, en realidad fue escrita por cuatro personas distintas. Freedman nos explica que hubo dos relatos tradicionales distintos, uno del Reino de Israel y otro del Reino de Judá, y que un redactor los entrelazó, uniéndolos para conseguir la versión que tenemos en la Biblia actual.
Además de leer filosofía con mis amigos, también tomamos parte en diferentes causas políticas en nuestra juventud. Experimentamos con todo, desde el republicanismo hasta el comunismo. Leí todas las obras de Marx, Lenin, Stalin, Mao y Trotsky. Encontré en el marxismo lo que sentí que era mi misión en la vida. Creí que había encontrado las respuestas a todo y por lo tanto, me sentía intelectualmente superior a todos. Los capos de la filosofía (como me gustaba llamarnos) nos reunimos y formamos nuestro propio club socialista. Asistimos a diferentes eventos activistas, como protestas y huelgas laborales.
Después de conocer a todos los grupos de culto diferentes que rodeaban la izquierda política en los Estados Unidos, todos comenzaron a disgustarme por la forma en que actuaban y cómo negaban la realidad. Ninguna revolución se haría en un país por este tipo de gente. La lucha por el cambio social no será ganada utilizando métodos del pasado.
A pesar de que renuncié a luchar por la revolución, me convertí en un organizador activo a favor de la causa palestina. Esta es la única causa por la que me he apasionado realmente. El hecho de ser muy pequeños y estar atacados por la corriente dominante, me dio un sentido de orgullo. Quería que el mundo supiera que no todos los judíos son malas personas. Me avergüenza saber que alguna vez admire a gente que apoyaba al régimen agresivo de Israel. Las mentiras que venían de Israel no eran menos que la negación del holocausto.
A pesar de que abandoné el judaísmo y miraba a este mundo como el fin último del hombre, nunca fui realmente ateo. Sin embargo, tenía un odio profundo hacia las religiones y creía que ellas eran una herramienta de los dirigentes para mantener a todos en jaque. Cuando ves la forma en que actúan los cristianos fundamentalistas en los Estados Unidos, haciendo cosas como negar la ciencia y defender los valores de los antiguos hombres blancos, puedes entender por qué era escéptico respecto a todas las religiones. La forma en que los judíos actúan hacia los palestinos no ayudó. Sin embargo, todavía creía en Dios en lo más profundo de mi mente. Pero al no tener religión, había un vacío enorme en mí. A veces incluso deseaba ser una persona religiosa, puesto que sentía que ellos llevan vidas más felices.
Honestamente, no recuerdo cómo fue que me interesé en el Islam, en especial después de muchos años de sentimientos antirreligiosos. Cuando niño, recuerdo haber escuchado a mi madre hablar sobre el Islam, y de cómo Muhammad, que la misericordia y las bendiciones de Dios sean con él, adoraba al mismo Dios que nosotros, y también cómo los judíos estaban relacionados con los árabes a través de Abraham. De modo que de algún modo, yo acepté al Islam como otra religión que adoraba a Dios. Tengo el vago recuerdo de mi primo (un jasid) diciéndome que si un judío deja su vida de judío para vivir como musulmán, no estaría cometiendo ningún pecado. Al hacer memoria de ello, me sorprende mucho haber escuchado tal cosa.
Cuando ocurrió el 11 de septiembre, hubo una explosión de propaganda antislámica en las noticias. Desde un comienzo, supe que todo ello eran mentiras, puesto que ya había desarrollado la perspectiva de que los medios de comunicación siempre protegen los intereses de quienes los controlan. Cuando vi que la gente más militante en atacar al Islam eran cristianos fundamentalistas, el Islam comenzó a hacerse más atractivo para mí. Agradezco a Dios por todo lo que aprendí en mis días de activista, porque sin ese conocimiento de la sociedad y de los medios masivos, habría terminado creyendo toda la basura que escuché sobre el Islam en la televisión.
Recuerdo haber escuchado un día alguna charla acerca de hechos científicos en la Biblia, de modo que me pregunté si el Corán contenía hechos científicos. Hice una búsqueda en Internet y descubrí una cantidad de cosas sorprendentes. Posteriormente, dediqué mucho tiempo leyendo artículos sobre diversos aspectos del Islam. Estaba asombrado de cuán lógico y consistente es el Corán. Cuando leí el Corán, comparé su mensaje moral con lo que había aprendido de la Biblia, y entendí cuán superior era. Además, el Corán no era tan aburridor como leer la Biblia. Es divertido de leer. Después de cinco meses de estudios intensivos, dije mi shahada y me hice musulmán oficialmente.
A diferencia de mi anterior religión, todo en el Islam tiene sentido. Todas las prácticas como la oración y Ramadán son perfectamente entendibles para mí. Aunque me imaginé que el Islam era similar al judaísmo, en que uno sigue una serie de reglas dogmáticamente, estaba equivocado. Mi entendimiento del mundo también coincidía con lo que me enseñó el Islam: que todas las religiones son básicamente lo mismo, pero han sido corrompidas por los seres humanos con el paso del tiempo. Dios no inventó un nombre llamado judaísmo o cristianismo y luego le dijo a la gente que lo adorara. Dios solo enseñó a la gente el Islam, que es la sumisión solo a Él. Es tan claro y simple como eso.
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