María, la madre de Jesús (parte 1 de 2): ¿Quién es María?
Descripción: Los cristianos la conocen como María, la madre de Jesús. Los musulmanes también se refieren a ella como la madre de Jesús, o en árabe, Umm Eisa. En el Islam, María es también llamada Mariam bint Imrán (María, la hija de Imrán). Este artículo proporciona algunos antecedentes respecto a su adopción por parte de Zacarías para que ella pudiera servir en el templo.
- Por Aisha Stacey (© 2011 IslamReligion.com)
- Publicado 16 May 2011
- Última modificación 03 Oct 2020
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Puede sorprender a mucha gente descubrir que María es una de las mujeres más estimadas y respetadas en el Islam y que el Corán le da una gran importancia. María es el nombre del capítulo 19 del Corán, y el Capítulo 3 es Aali Imrán, en honor a su familia. El Islam mantiene a toda la familia de Imrán en la más alta estima. El Corán nos dice que:
“Dios prefirió a Adán, a Noé, a la familia de Abraham y a la de Imrán sobre toda la humanidad”. (Corán 3:33)
Dios eligió a Adán y a Noé individualmente, pero Él escogió a la familia de Abraham y a la familia de Imrán.
“Familias descendientes unas de otras”. (Corán 3:34)
La familia de Imrán es de los descendientes de Abraham, la familia de Abraham es de los descendientes de Noé, y Noé es de los descendientes de Adán. La familia de Imrán también incluye a mucha gente conocida y respetada en las tradiciones cristianas —los Profetas Zacarías y Juan (conocido como el Bautista), el Profeta y Mensajero Jesús y su madre María.
Dios escogió a María por sobre todas las mujeres del mundo. Él dijo:
“Y cuando los Ángeles dijeron: ¡Oh, María! Dios te ha elegido y purificado. Te ha elegido entre todas las mujeres del universo”. (Corán 3:42)
Ali ibn Abu Talib dijo:
“Escuché al Profeta de Dios decir que María, la hija de Imrán, fue la mejor entre las mujeres”. (Sahih Al-Bujari)
En árabe el nombre, María significa “la sierva de Dios”, y como veremos más adelante, María, la madre de Jesús, fue dedicada a Dios incluso desde antes de nacer.
El nacimiento de María
La Biblia es incapaz de darnos cualquier detalle sobre el nacimiento de María. Sin embargo, el Corán nos informa que la esposa de Imrán dedicó su hijo aún no nacido al servicio de Dios. La madre de María, la esposa de Imrán, era Ana[1]. Ella fue la hermana de la esposa del profeta Zacarías. Ana y su esposo Imrán creían que nunca tendrían hijos, pero un día Ana hizo una súplica sincera y de todo corazón rogándole a Dios por un hijo, y prometió que su descendencia serviría en la Casa de Dios en Jerusalén. Dios escuchó la súplica de Ana y ella quedó embarazada. Cuando Ana se dio cuenta de la noticia gloriosa, se volvió hacia Dios y dijo:
“¡Señor mío! He realizado el voto de entregar a Tu exclusivo servicio lo que hay en mi vientre. ¡Acéptamelo! Tú eres Omnioyente, Omnisciente”. (Corán 3:35)
Hay lecciones para aprender del voto de Ana hacia Dios, una de las cuales es el cuidado de la educación religiosa de nuestros hijos. Ana no estaba pensando en términos de este mundo en lo absoluto, estaba tratando de asegurar que su hijo estuviera cercano a Dios y a Su servicio. Estos amigos elegidos de Dios, como la familia de Imrán, son los parientes que debemos tomar como nuestros modelos de conducta. Dios dice muchas veces en el Corán que Él es el Único que provee para nosotros, y nos advierte que nos salvemos a nosotros y a nuestras familias del fuego del Infierno.
En su súplica, Ana pide que su hijo esté libre de todo trabajo mundano. Al prometer que su hijo estará al servicio de Dios, Ana estaba asegurando la libertad de su hijo. La libertad es una cualidad de la vida que cada ser humano se esfuerza por alcanzar, pero Ana entendió que la verdadera libertad viene de la completa sumisión a Dios. Esto es lo que ella aspiraba para su hijo aún sin nacer. Ana quería que su hijo fuera una persona libre, que no fuera esclavo de ningún hombre ni de ningún deseo, sino un esclavo sólo de Dios. A su debido tiempo, Ana dio a luz una niña, y de nuevo se volvió hacia Dios en oración y dijo:
“¡Señor mío! Me ha nacido una hija. Dios bien sabía lo que había concebido. [Agregó la esposa de Imrán:] No es lo mismo una mujer que un varón [para que se consagre a Tu servicio]. La he llamado María, y Te imploro que la protejas a ella y a su descendencia del maldito Satanás”. (Corán 3:36)
Ana llamó María a su hija. Referente a su promesa a Dios, Ana ahora se encontraba frente a un dilema. No era aceptable que una mujer sirviera en la Casa de Oración. El padre de María, Imrán, había muerto antes que ella naciera, de modo que Ana acudió a su cuñado Zacarías. Él la consoló y le ayudó a entender que Dios sabía que ella había entregado a una niña. Esta niña, María, era de lo mejor de la creación. El Profeta Muhammad mencionó[2] que cuando un niño nace, Satanás le pincha y por ello el niño llora con fuerza. Esta es una señal de la gran enemistad entre la humanidad y Satanás. Sin embargo, hubo dos excepciones a esta regla. Satanás no pinchó a María ni a su hijo Jesús[3], debido a la súplica de la madre de María.
Cuando llegó el momento de que María entrara a la Casa de Oración, todos querían hacerse cargo de esta hija piadosa de Imrán. Como era costumbre en la época, los hombres se sortearon tal privilegio, y Dios se aseguró de que su tutor fuera el Profeta Zacarías.
“Su Señor la aceptó complacido, e hizo que se educase correctamente y la confió a Zacarías”. (Corán 3:37)
El Profeta Zacarías sirvió en la Casa de Dios y fue un hombre sabio y conocedor dedicado a la enseñanza. Tenía una habitación privada construida para María, para que ella pudiera adorar a Dios y dedicarse a sus tareas diarias en privado. Como su tutor, el Profeta Zacarías visitaba todos los días a María, y un día se sorprendió de ver fruta fresca en su habitación. Se dice que en invierno ella tenía frutas frescas de verano, y en verano tenía frutas frescas de invierno[4]. El Profeta Zacarías le preguntó sobre cómo la fruta había llegado allí, a lo que María respondió que se trataba de Dios mismo, Quien le proveía su sustento. Ella dijo:
“De Dios; porque Dios sustenta sin medida a quien Le place”. (Corán 3:37)
La devoción de María por Dios no tuvo precedentes en su época, pero su fe estaba a punto de ser probada.
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