Wilfried Hofmann, científico social y diplomático alemán (parte 1 de 2)
Descripción: La historia de cómo un diplomático alemán y embajador en Argelia aceptó el Islam.
- Por Wilfried Hofmann
- Publicado 23 Feb 2009
- Última modificación 23 Feb 2009
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Doctorado en leyes por la Universidad de Harvard. Científico social y diplomático alemán. Abrazó el Islam en 1980.
El Dr. Hofmann, quien aceptó el Islam en 1980, nació en una familia católica en Alemania en 1931. Se graduó de la Union College en Nueva York y completó sus estudios de leyes en la Universidad de Munich, donde recibió el doctorado en Jurisprudencia en 1957.
Se convirtió en asistente de investigador para la reforma del proceso federal civil, y en 1960 recibió un diploma LL.M. de la escuela de Leyes de Hardvard. Fue Director de Información de la OTAN en Bruselas desde 1983 a 1987. Ocupó el puesto de embajador en Argelia en 1987 y luego en Marruecos en 1990, donde sirvió por cuatro años. Realizó la Umrah (la peregrinación menor) en 1983 y el Hayy (Peregrinación) en 1992.
Muchas experiencias claves llevaron al Dr. Hofmann al Islam. La primera de ellas comenzó en 1961, cuando estuvo en Argelia como agregado en la embajada alemana y se encontró en medio de una guerra de guerrillas entre las tropas francesas y el Frente Nacional Argelino, que peleaban por la independencia argelina hacía ocho años. Allí fue testigo de la crueldad y la masacre que sufrió la población argelina. Cada día morían cerca de una docena de personas ejecutadas sólo por ser árabes o por hablar de la independencia. “Fui testigo de la paciencia y la resistencia de la población argelina frente al sufrimiento extremo, su disciplina sorprendente durante Ramadán, su confianza en la victoria, así como su humanidad en medio de la miseria”. Sintió que era su religión lo que causaba eso, por lo tanto, comenzó a estudiar su libro religioso: el Corán. “Nunca paré de leerlo, incluso hasta el día de hoy”.
El arte islámico fue la segunda experiencia para el Dr. Hofmann en su viaje al Islam. Desde tempranas etapas de su vida fue amante del arte, la belleza y el ballet. Todo esto fue eclipsado cuando conoció el arte islámico, por el cual sintió una fuerte atracción. Refiriéndose al arte islámico, dijo: “Su secreto parece estar en la presencia íntima y universal del Islam como una religión en todas sus manifestaciones artísticas, la caligrafía, ornamentos para rellenar espacios, motivos de alfombras, mezquitas y la arquitectura de las casas, así como también el planeamiento urbano. Pienso en el brillo de las mezquitas que hace desaparecer cualquier misticismo del espíritu democrático de su diseño arquitectónico”.
“También pienso en la calidad introspectiva de los palacios musulmanes, su anticipación del Paraíso en los jardines llenos de matices, fuentes y riachuelos; de la estructura funcional social intrínseca de los antiguos centros urbanos islámicos (medinas), que alienta al espíritu de la comunidad y la transparencia de los mercados, atenúa el calor y el viento, y asegura la integración de la mezquita y los centros de bienestar adyacentes para los pobres, escuelas y hostales en el mercado y los barrios. Lo que experimenté fue tan alegremente islámico en tantos lugares… es el efecto tangible de la armonía islámica, el estilo de vida islámico y el tratamiento islámico del espacio viviendo en el corazón y en la mente”.
Tal vez más que todo esto, lo que tuvo un impacto significativo en su búsqueda de la verdad, fue su vasto conocimiento de la historia cristiana y las doctrinas. Se percató de que había una diferencia significativa entre las creencias cristianas y lo que el profesor de historia enseña en una universidad. Estaba particularmente confundido por la adopción de la iglesia de las doctrinas establecidas por San Pablo en lugar de las enseñanzas del Jesús histórico. “¡Él, que nunca conoció a Jesús, reemplazó con su cristología extrema la correcta y original visión judeo-cristiana de Jesús!”
Encontraba muy difícil de aceptar que la humanidad cargara con el “pecado original” y que Dios hiciera torturar y matar a su propio hijo en la cruz para salvar a Su creación. “Comencé a darme cuenta de cuán monstruoso, incluso blasfemo, era imaginarme que Dios se hubiese quedado corto con Su creación; que no hubiese podido hacer nada acerca del desastre, supuestamente causado por Adán y Eva, sino engendrar a un hijo sólo para sacrificarlo de esa manera; que Dios sufriera por la humanidad, Su creación”.
Volvió a la pregunta básica de la existencia de Dios. Después de analizar los trabajos de filósofos, como Wittgenstein, Pascal, Swinburn y Kant, llegó a una convicción intelectual de la existencia de Dios. La próxima pregunta lógica a la cual se enfrentó fue cómo Dios se comunica con los seres humanos para guiarlos. Esto lo llevó a reconocer la necesidad de las revelaciones. Pero, ¿qué revelación contenía la verdad: la judeo-cristiana o la islámica? Hofmann encontró la respuesta a esta pregunta en su tercera experiencia crucial, cuando se encontró con el siguiente versículo del Corán: “…nadie cargará con los pecados ajenos…” (53:38). Este versículo le abrió los ojos y encontró la respuesta a su dilema, pues rechazaba claramente y sin ambigüedades las ideas del “pecado original” y la esperanza de la “intercesión” de los santos. “Un musulmán vive en un mundo sin cleros y sin jerarquías religiosas; cuando reza no se dirige a Jesús, a María u otro santo intercesor, sino directamente a Dios –como un creyente totalmente emancipado– esta es una religión que no tiene misterios”. Según Hofmann, “El Musulmán es el creyente emancipado por excelencia”.
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