Kätlin Hommik-Mrabte, ex-cristiana, Estonia
Descripción: ¡Bajo la oscura era comunista de la Unión Soviética, una pequeña niña de 3 años de edad empieza su búsqueda para encontrar a Dios!
- Por Kätlin Hommik
- Publicado 22 Jun 2009
- Última modificación 21 Oct 2010
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Mi primer recuerdo es del tiempo en que yo tenía 3 años de edad. Recuerdo haberle preguntado a mi padre: “¿Qué me pasará cuando muera?” Él se sorprendió mucho al oír tal pregunta de mi pequeña mente, y desafortunadamente no fue capaz de contestarme. Aquí, en Estonia, durante el mandato soviético la fe era considerada un tabú y nadie tenía permitido hablar acerca de eso –sólo la gente loca cree en Dios (nos decían), pues ¿cómo podemos nosotros creer en algo que no vemos? Nuestros cosmonautas fueron al espacio y no vieron a Dios sentado en una nube, con su vestido blanco y su larga barba gris, ¡por lo tanto, Él no existe!–. Siendo él mismo un hijo de esa sociedad, mi padre fue totalmente incapaz de darme una respuesta adecuada. Dijo: “Bueno, querida, tú simplemente te dormirías en el suelo...”
Nunca he escuchado algo más ilógico o aterrador que la respuesta de mi padre ese día. Eso me hizo buscar la verdad aunque sólo tenía 3 años. Pero había un largo camino delante de mí. Siempre he sabido, o de hecho sentido, que Dios existía aunque no fuera capaz de darle un nombre. Yo sabía que Él simplemente existía y que estaba siempre ahí observándome. Si yo tenía que ser una buena niña, no era por causa de mis padres, era por Él; porque Él era el único que me vería en cualquier parte en la que yo estuviera, y no mis padres.
Cuando fui a la escuela, mis preguntas se volvieron tan difíciles que mi padre me envío a ver a su madre, mi abuela. Ella nació durante la primera república de Estonia, de manera que ella fue bautizada como cualquier otra persona de su edad. Ella fue la primera que me dijo que llamara Dios a Dios, y ella también me enseñó el “Padre nuestro”. De la misma forma, ella me dijo que no la recitara en público o mis padres estarían en problemas, yo me prometí a mí misma que aprendería más a medida que creciera.
Y así lo hice. A la edad de 11 años, al tiempo en que obtuvimos nuestra independencia de la Unión Soviética, fui a una escuela dominical (una clase especial para niños para aprender acerca del cristianismo, usualmente impartida por la esposa del sacerdote al mismo tiempo en que los padres van a la iglesia)... pero de allí me expulsaron. Ellos me dijeron que estaba haciendo muchas preguntas que no debía hacer, que tenía una falta de fe. Yo no los entendía, no encontraba nada malo con querer saber cómo es que Cristo es considerado el hijo de Dios si Dios no se casó con María, y cómo es que Adán no es el hijo de Dios, aunque él no tuvo ni madre ni padre. Pero esta clase de curiosidad fue simplemente demasiado para la profesora.
Cuando cumplí 15 años empecé a aprender más acerca del cristianismo por mi propia cuenta. Me consideraba a mí misma una cristiana, si podía dejar por fuera esto y aquello y… al final me di cuenta de que no podía considerarme a mí misma una cristiana si no aceptaba tantas cosas de esa religión. Tenía que buscar algo más…
Luego de aprender acerca de diferentes clases de religiones, finalmente encontré el Islam. Como había estado previamente tan decepcionada del cristianismo, me tomó un largo tiempo estudiar el Islam en principio; pero valió la pena.
Cuando la gente me pregunta por qué me volví musulmana, usualmente les digo que no me convertí en una, yo siempre había sido musulmana, pero simplemente no me daba cuenta de ello. A medida que descubría el Islam, me tomó 3 años darme cuenta que yo lo era verdaderamente. Entonces, si alguien me pregunta si estoy segura, yo puedo contestarle, sin ninguna duda en absoluto: ¡¡¡Sí!!! Eso es lo que yo soy, lo que siempre he sido. Entonces, finalmente a la edad de 21 años me convertí al Islam; ¡Alabado sea Dios!
Me convertí al Islam justo después del mes del Ramadán, en 2001. Ramadán es un tiempo hermoso y se trata de ayunar, mantenerse lejos de los placeres físicos, hacer que tu mente domine a tu cuerpo, y pensar acerca de los que son menos afortunados que tú. Así es exactamente cómo me siento acerca de mi vida antes de convertirme en musulmana: yo estaba ayunando del alimento que más necesita un ser humano, ¡la “comida” para su mente y su corazón! Estaba continuamente trabajando para mejorarme a mí misma, constantemente orando para encontrar la paz interior, constantemente analizando la situación en esta vida…
Aún no tengo una explicación totalmente lógica de por qué exactamente me convertí DESPUÉS de Ramadán y no ANTES o DURANTE este mes. Yo ayuné todo el mes de Ramadán y luego me convertí. Me imagino que tenía que purificarme a mí misma; tenía que tomar el último paso hacia aceptar la perfección.
Estar privado de comida y bebida es una cosa, pero estar privado de conocimiento o de la simple verdad, créanme, es aún más difícil. Es por esto que cada vez que ayunamos no sólo debemos pensar acerca de cuándo llegará el minuto que nos permitiría comer y beber y probar todas las cosas buenas hechas por las mujeres de nuestra casa para romper el ayuno; sino que también deberíamos pensar acerca de las otras personas que están privadas, no sólo de la comida, sino de la bendición de ser musulmán, la bendición de estar tan cerca de la perfección y la verdad. Como musulmanes somos realmente bendecidos: ayunamos una vez al año para hacer de nosotros mismos mejores personas, pero la mayoría de la gente en este mundo deben ayunar grandes partes de sus vidas en la búsqueda de la verdad.
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