María, excatólica, Estados Unidos (parte 2 de 2): Experiencia islámica
Descripción: Su opinión después de experimentar que Dios es la única realidad.
- Por María
- Publicado 27 May 2013
- Última modificación 28 May 2013
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Volviendo a casa —los cuarenta y para siempre
Leí sobre los principios del Islam. Tenían sentido para mí, sin contradicciones. Las descripciones de la forma de vida islámica, los papeles de los hombres y de las mujeres en la sociedad como complementarios en lugar de competitivos, eran muy lógicos. Después de leer esto, entendí que lo que sentía instintivamente sobre mí misma como mujer era, de hecho, fiel a mi naturaleza real. En lugar de sentirme menospreciada, me sentí elevada, no solo como mujer sino como miembro de la raza humana. Comencé a sentir mi verdadero ser por primera vez en mi vida. Comencé a tener la sensación de que estaba regresando al hogar. Leí el Corán. Aunque no leí el original en árabe, encontré que con solo leer los versículos en inglés me llenaba una sensación tremenda de paz y tranquilidad, en la forma más amable. Estos versículos respondieron muchas preguntas que había tenido a lo largo de mi vida y a las que nunca había podido dar una respuesta clara. Leyendo el Corán, comencé a darme cuenta de que este libro tenía que ser el trabajo y la palabra de Dios, debido a su lógica impecable y a su efecto sobre mí. Aprendí que esta es una de las cualidades del Corán, una cierta “bárakah” o gracia que tiene un efecto muy tranquilizador en el alma humana.
Poco después me hicieron una cirugía con la esperanza de poder tener un hijo. La cirugía salió bien, pero mis posibilidades de tener un hijo aún eran muy escasas, casi nulas. Para esa época estaba leyendo el Corán regularmente y trataba de aprender más sobre el Islam. Hacía preguntas constantemente y me sumergí en la atmósfera del Islam. Me encantaba escuchar las llamadas diarias a la oración en cada calle, y un día le pedí a mi esposo que me llevara a Al Azhar, el mundialmente famoso centro islámico de aprendizaje, para visitar la mezquita. Había visto esta mezquita en televisión y me sentía curiosamente atraída a ella. Así que fuimos un día. Estaba tranquila, caminé por ella leyendo el Corán, me senté en silencio un rato. Fueron momentos agradables y pacíficos, y luego nos fuimos. Después de caminar un poco tuve que mirar hacia abajo para asegurarme de que mis pies estaban tocando el suelo, pues no podía sentir la acera bajo mis pasos. Realmente me sentía caminando en el aire, ese es el efecto que tiene el Islam en mí, el sentimiento de ligereza fue traducido literalmente.
Tuve muchas experiencias extrañas durante este tiempo, muchas cosas momentáneas, al punto que comencé a creer realmente en mi corazón que Dios, de hecho, estaba conmigo, cerca de mí. Lo mejor de todo en el sentido humano, fue que al año siguiente tuvimos una hermosa niña, un verdadero regalo de Dios. Incluso la doctora que me hizo la cirugía estaba sorprendida. Esta fue la primera vez que ella había realizado este tipo de cirugía, y no tenía modo de predecir el resultado, salvo que las posibilidades eran pocas. (Incluso entonces, Dios estaba conmigo).
Nos trasladamos a los Estados Unidos y nuestra hija nació en el otoño, cuatro meses después que llegamos. Al siguiente año, regresamos a Egipto para que la familia de mi esposo pudiera conocer al nuevo maravilloso miembro de la familia. Antes de dejarlos, decidí que era el momento de hacerme oficialmente musulmana. Dios me había mostrado tantas señales, que sabía que era el camino claro para mí. Así, de nuevo en Egipto, fui a Al Azhar a declarar: “No hay divinidad salvo Dios y Muhammad es Su Mensajero”. Ahora estoy en mis cuarenta, y al mirar hacia atrás, en especial a la última década de mi vida, veo la mano de Dios en todos los cientos de incidentes y eventos por todo el camino. Como persona que ha buscado siempre la verdad, sea buena o mala, he encontrado por experiencia personal, que Dios es LA ÚNICA REALIDAD. Solo necesitamos abrir nuestros ojos, oídos y corazones, para reconocer la Verdad:
“Los haré ver Mis signos en los horizontes y en ellos mismos, hasta que se les haga evidente la Verdad. ¿Acaso no es suficiente tu Señor como Testigo de todo? ¿Aún siguen dudando de la comparecencia ante su Señor? ¿No abarca Él todas las cosas?” (Corán 41:53-54)
Descubrir el Islam ha sido descubrir un tesoro, un tesoro invaluable. Gracias al Islam me encontré a mí misma. A través de la experiencia concreta encontré que Dios existe, que es amable, cariñoso, misericordioso y que siempre está pendiente de mí. He hallado claridad, sentido y dirección clara en mi vida. Dios me ha dado mucho, incluyendo a mi familia más allá de mis sueños, una familia que concuerda perfectamente con los deseos más profundos de mi corazón y mi alma, como solo Él puede proveerla en la forma más perfecta. Tengo paz en mi mente y en mi espíritu solo cuando bebo profundamente del Islam y del Corán, una bebida maravillosamente sanadora que solo Dios puede proveer en la forma más perfecta. El regalo más grande de Dios hacia mí es que Él ha tocado mi alma y me ha permitido sentir Su gentileza, cariño y misericordia. Por la gracia de Dios me he convertido en Al Mahdayah, la bien guiada. Con el fin de convertirnos en los mejores seres humanos, más productivos y más compasivos que podamos ser, Dios nos ha enviado Su mensaje final para la humanidad en la forma más perfecta, la forma del Islam, la forma de la paz. Mi experiencia personal con el cristianismo me dejó tan vacía por tanto tiempo que no pude reconocer su valor. Sin embargo, el Islam enseña que el judaísmo, el cristianismo y el Islam provienen todos de Dios, cada uno con un mensaje enviado por Dios, y que por lo tanto todos son dignos de respeto. Aunque nací en el cristianismo, el Islam es el camino verdadero para mi alma. Como ahora estoy firmemente cimentada en mi relación con Dios, encuentro que puedo apreciar otras tradiciones también, desde la perspectiva del Islam. No hay más conflicto interior, pues he regresado a casa.
“En el nombre de Dios, el Compasivo con toda la creación, el Misericordioso con los creyentes. Todas las alabanzas son para Dios, Señor de todo cuanto existe, el Compasivo, el Misericordioso. Soberano absoluto del Día del Juicio Final, solo a Ti te adoramos y solo de Ti imploramos ayuda. ¡Guíanos por el camino recto! El camino de los que has colmado con Tus favores, no el de los que cayeron en Tu ira ni el de los que se extraviaron”. (Corán 1:1-7)
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